Como resulta que me gusta el ajedrez, recibo a menudo amables invitaciones
para que lea novelas que utilizan el juego como excusa narrativa. Esta es una de
ellas, finalista del V Premio de Novela Ciudad de Torrevieja. Un psicólogo,
profesor universitario, acude a la casa de una familia adinerada para tratar la
psicopatía de un adolescente. El ajedrez se convierte en la vía de entrada a la
más que inteligente mente del muchacho (cuando leí el libro de Reuben Fine sobre
la psicología de los jugadores de ajedrez, creo recordar que mencionaba en la
bibliografía algunos artículos americanos sobre esta misma cuestión: el propio
Fine se entrevistó con un Fischer adolescente, de aquello nos quedó un
maravilloso gambito Evans). La implicación emocional del psicólogo es demasiado
acusada, dado que, casualidades de la vida, la madre del chico es un antiguo,
pero todavía presente, amor de éste. Consecuencia: el psicólogo cae en las redes
de la contratransferencia y no se da cuenta a tiempo de las tretas que el
canalla del niño le tiende. La verdad es que si como psicólogo el protagonista
(esperemos que no sea trasunto del autor, también psicólogo de profesión)
resulta torpe, como Maestro FIDE, es sencillamente patético. Las frecuentes
alusiones que se hacen al juego, a sus reglas, a su teoría, a su terminología,
están a menudo equivocadas. Parece que alguien le ha echado una mano, pero la
labor de documentación es paupérrima. Provoca sonrojo leer que abrir con Peón 4
Rey sea ya por sí solo una apertura española (p. 441). Pero para muestra, un
botón:"Julio obtuvo piezas blancas y efectuó una apertura francesa. Nico le
sorprendió con una apertura inesperada" (p. 425) ¿De qué estará hablando? En
fin, la verosimilitud del relato sufre indeciblemente con estas soberbias
ignorancias (el concepto de celada que se maneja en la novela también se las
trae). Quizá un lector menos avisado pueda pasar por alto estas torpezas
(debieron de pasarlas desde luego los miembros del Jurado literario), pero el
caso es que el autor ha pretendido que el ajedrez funcione como catalizador de
la narración: lo que desde aquí le decimos es que si un ajedrecista hubiera
utilizado con tan poco rigor los conceptos de su juego nadie le habría dado un
premio.
Francisco J. Fernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario