Para Juan Carlos Castro (Júcar)
Durante
el III Open de Sabiote (agosto 2013) entablé dos partidas con blancas
por jaque continuo. Llegué al mismo tras fracasar en sendos ataques que
se iniciaban con un sacrificio. En un caso, Torre por caballo y en el
otro Torre por dos peones. Pero en ambos me vi superado por la abismal
complejidad del ajedrez. De hecho, jugué mal en el primero y menos mal
en el segundo, consecuencia quizá necesaria de que mi pobre Elo Fide es
de 1901 en estos momentos. En cualquier caso, obtuve la recompensa de
las tablas. Fortuna iuvat audaces!
Expondré
a continuación esos dos momentos eliminando casi cualquier comentario
en torno a las aperturas elegidas y el camino que me llevó hasta esos
lugares en que quiero detenerme. En cierto sentido, quiero explicarme a
mí mismo qué me llevó a iniciar esas comprometidas secuencias al margen
de consideraciones de tipo psicológico o competitivo, aunque las
hubiera, como es lógico. Es decir, quiero explicarme qué había en la
posición para decidirme a sacrificar de tal manera. Una última
consideración: creo que ambos sacrificios caerían bajo el concepto de
sacrificios verdaderos, que defendía Spielmann en un libro ya clásico.
Verdaderos porque se oponen a simulados, siendo estos últimos los que
hablan de oídas llaman correctos.
En la partida de la ronda tercera, mi rival era el joven Alejandro Picazo González (1987 Fide). En efecto:
1.e4
e5 2.Cf3 Cc6 3.d4 exd4 4.Ac4 Cf6 5.0–0 Cxe4 6.Te1 d5 7.Axd5 Dxd5 8.Cc3
Da5 9.Cxe4 Ae6 10.Ceg5 0–0–0 11.Cxe6 fxe6 12.Txe6 Ad6 13.Ag5 Tdf8 14.Ah4
Dh5 15.Ag3 Axg3 16.hxg3 Td8 17.Dd3 17.Dd5 18.Tae1 Dxa2 19.Df5 Rb8 20.b3
g6 21.Df6 a6, llegándose a la posición del diagrama.
Lo
primero que hay que decir es que la posición es de ligera ventaja
blanca. A la misma se ha llegado tras sacrificar el peón de a2 con
objeto de alejar la dama de las casillas que me interesaban, maniobra
especulativa que en este momento no comento, pero que indica que la
posibilidad de sacrificar la torre por el caballo estaba exigiendo
existir, como diría Leibniz, haciendo sentir sus efectos incluso antes
de darse efectivamente. En cuanto a la valoración de la posición, varios
son los elementos de la misma. Las blancas controlan la columna e, el
caballo y la dama blancos atacan el peón negro de d4, la dama blanca
está situada
además en la gran diagonal negra, amenazando de paso a las dos torres
negras, que dependen la una de la otra. Desde el punto de vista
material, las blancas pueden cambiar su torre por caballo y uno o dos
peones, es decir, sin pérdida significativa. Ahora bien, ello no es
suficiente para emprender el sacrificio, pues en un posible final no
sería ventaja suficiente para igualar. Debe haber, por tanto, otras
cosas en la posición que animen al mismo. Las ideas que me rondaban
pasaban por hacerme asimismo con el peón de a6, una vez hecha Ta1, que
amenaza la torpe dama negra. La segunda idea, probablemente incompatible
con la primera, tenía que ver con el doble de caballo en c6. Creo que
mentiría si dijera que consideré algo más. Más abstractamente, me decía a
mí mismo que la dupla Caballo + Dama combina muy bien y que el rey
negro estaría a la intemperie. Y ya está, eso es todo: el resto es
silencio... Otros entienden el ajedrez de otra manera
y quieren saberlo todo antes de actuar, lo que me lleva a preguntarme
cómo pueden siquiera mover. Si contestaran que quieren saber al menos
razonablemente, me gustaría saber a qué llaman ellos razonablemente...
Así las cosas, 22.Txc6 y la primera sorpresa. Mi rival no toma inmediatamente, sino que amenaza mi dama con 22...Thf8
¿Por qué no vi esta simple jugada? Creo que porque de alguna manera
sabía que no me podían echar de la gran diagonal, estableciendo de paso
una amenaza sobre c7. Ahora bien, la torre ya no se va a encontrar en
a8. Mi combinación no era rectilínea (forzada, en otros términos). ¿Por
qué se sostiene, sin embargo? Porque juzgué en su momento que las torres
estaban atadas… y siguen estándolo. Por lo tanto, 23.Dg7 Y ahora ya sí 23...bxc6 24.Cxd4
Y llegamos al momento
decisivo de la combinación. Hay que dar con la buena defensa y se
produce uno de esos casos llamados de la torre equivocada. En efecto, mi
rival hace 24...Tde8? Era mejor 24...Tfe8 25.Cxc6+ Rc8
26.Ta1, cumpliéndose maravillosamente mi desmañado plan, 26…Dxc2 27.Cxd8
Txd8 28.Dxh7. Plan, por cierto, que sólo da ligerísima ventaja (de pasada añadiremos que 28.Txa6??, una de las ideas primeras, falla porque hay mate en tres para las negras: 28...Dd1+ 29.Rh2 Dh5+ 30.Rg1 Td1#).
Pero, claro, todo esto es muy complicado y al encontrarme con que mi
doble de caballo ya no lo era y que mi torre no podría ir a a1, porque
perdería el peón de c2, atacando el caballo de c6, no tuve la
flexibilidad suficiente para replantearme la combinación, olvidándome de
aquello que dice Dvoretsky, a saber: que las buenas jugadas se
sobreponen a las
intenciones de los jugadores. Así las cosas hice aquello que estimaba
que me daría las tablas 25.Txe8+??, relegando a
un mundo posible 25.Ce6, que contemplé durante un momento para refutarla
con 25…Da5, no viendo la maravillosa 26.Te5! con ventaja decisiva. Creo
que el hecho de no verla, al margen de mi natural torpeza, tiene
relación con que esa posibilidad no estuvo nunca en mis consideraciones
previas. En fin, no he de olvidarme de que la flexibilidad mencionada
hace referencia a las jugadas, no a las intenciones. El ajedrez es muy
agradecido con las buenas jugadas. Cuando Dios cierra una puerta abre
una ventana. 25...Txe8= 26.Dd7 Da1+ 27.Rh2 De1 28.Cxc6+ 28.Rb7 29.Ca5+ Rb8 30.Cc6+ Rb7. En fin, tras la captura de la torre las tablas son tan evidentes como
múltiples, hasta el punto de no saber si las tengo yo o las tiene mi rival.
En
cuanto al segundo ejemplo, las cosas son un poco distintas. Mi rival
era en esta ocasión Francisco González García (1892 Fide), una auténtica
fuerza de la naturaleza, con un ajedrez muy sano, a mi juicio. Estamos
en la quinta ronda y ambos llevamos tres puntos, en mi caso, sin perder
aún ninguna partida. Como dije antes, dejaré de lado la discusión de
apertura (B 86, ataque Sozin contra la siciliana), discusión por cierto
que empezamos en la pasada liga, con resultado favorable para mi rival.
En lontananza se adivina un tercer asalto…
Así fue la partida:
1.e4 c5 2.Cf3 d6 3.d4 cxd4 4.Cxd4 Cf6 5.Cc3 a6 6.Ac4 e6 7.Ab3 Ae7 8.0–0 0–0 9.Ae3 Dc7 10.a4 Cc6 11.Cxc6bxc6 12.a5 d5 13.Ab6 Db8 14.Df3 Ab4 15.exd5 cxd5 16.Ta4 Ad6 17.Th4 Ab7 18.Dh3 Dc8 19.Td1 Ae7 20.Ad4 h6, llegándose a la posición del diagrama.
Posición después de 20..., h6 |
Igualdad
de material. Tres piezas negras defienden el enroque negro y otras tres
blancas lo están atacando, en posiciones muy agresivas. Una torre
blanca puede incorporarse al ataque por la tercera fila, pero la dama
negra sólo necesita un avance de peón para acudir al rescate de su rey
por las casillas blancas. Sin embargo, el alfil y caballo blancos están
atados controlando d5 y no se puede esperar demasiado de ellos por el
momento, así como tampoco de la torre negra de a8 y del alfil de b7. Es
como si el tablero estuviera partido por la mitad, dejando en fuera de
juego algunas piezas, las del flanco de dama. En cuanto
a la evaluación de la posición, se puede defender sin violencia
conceptual que las blancas están mejor y que la sencilla 21.Dg3 es
prometedora. El experimento de apertura había dado buen resultado. Sin
embargo, las cosas se desarrollaron de otra manera:
21.Txh6 gxh6 22.Dxh6 e5
Única, y ahora hay que decidirse por retomar el peón o dar jaque con la
dama en g5, o incluso incorporar la torre al ataque por d3. Opté por
aquella que me era más fácil de manejar, es decir, aquella sobre la cual
podía obtener cierta certeza. Así pues 23.Axe5 Si
23.Dg5+ Rh7 24.Dh4+ Rg6 25.Dg3+ y la llegada de la dama a g4 acaba con
mis chances, incluso si entre medias hemos capturado el peón de e5 con
el alfil. En cuanto a la complicada 23.Td3, la defensa negra pasa
23...exd4 24.Tg3+ Cg4 25.Dh5 dxc3 26.Txg4+ Dxg4 27.Dxg4+ Rh7 (o Rh8),
con igualdad, porque no parece que el rey negro deba intentar escaparse
por f6 23...Df5 Única otra vez 24.Td3 Cualquier otra jugada involucra cambiar la dama en g6, cosa a la que no estaba dispuesto. 24...Dxe5 ¡Alivio!
Mientras esperaba la jugada de mi rival, descubrí asombrado que
24...Dxf2+ 25.Rxf2 Cg4+ acabaría conmigo, lo que hizo que me lamentara
por no haber jaqueado en g5. Sin embargo, en el post mortem descubrí
que 24...Dxf2+ no era buena por un sorprendente recurso táctico que se
da a continuación. En efecto, tras 25.Rxf2 Cg4+ 26.Re1 Cxh6 27.Tg3+ y
amenazo con barrer la séptima fila (27...Rh7 28.Tg7+ Rh8 29.Txf7+), por
lo que el negro ha de soltar lastre tarde o temprano con 27...Cg4 y
ventaja blanca
25.Tg3+ Dxg3 26.hxg3 Tad8 Esta jugada fue
duramente criticada por los curiosos, que entendían que había que mover
la otra torre para habilitar f8 para el rey, por ejemplo a c8. En
cualquier caso, la partida se hubiera complicado extraordinariamente,
con una absoluta descompensación de material. Por otra parte, si
26...Tae8 27.Dg5+ Rh8 28.Dh6+ Ch7 29.Axd5 (29.Cxd5 Ag5 30.Db6 Te1+ 31.Rh2 Axd5 32.Axd5 Rg7 33.g4) 27.Ce2 Absolutamente criticable. La idea de llevar el caballo a f5, parando en e4, no da nada. Era preferible 27.Dg5+ Rh7 28.De5 Tde8= 27...Td6 Demasiadas emociones para mi rival. Desestima 27...Ce4 28.Cd4 Td6 y tácitamente me exige que acabemos con la partida, que ya ha tenido bastante.
Así lo entendí y así lo hice 28.Dg5+ Rh8 29.Dh4+ Rg7 30.Dg5+ Me he escapado, me he escapado, decía después mi rival. La verdad es que yo podría decir lo mismo.
Francisco J. Fernández
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