sábado, 30 de marzo de 2013

Ruiz Casado, Fco. Javier - Villar Villar, José Manuel


Social 2007, 10.06.2007

C82: Española Abierta
1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ab5 a6 4.Aa4 Cf6 5.0–0 Cxe4
Una sorpresa para el blanco que probablemente esperaba una española cerrada.
6.d4 b5 7.Ab3 d5 8.dxe5 Ae6 9.c3 Ac5 10.Cbd2 0–0 11.Ac2
Hasta aquí todo es teórico y bastante conocido.
11...Cxf2!?
El ataque Dilworth que ha sufrido numerosos altibajos a lo largo del siglo XX pero que gracias a las aportaciones de jugadores como Yusupov o Korchnoi continua plenamente vigente.
12.Txf2 f6 13.Cb3?!
Sin duda un error motivado por la falta de conocimiento de la variante. La línea principal es 13.exf6 Axf2+ 14.Rxf2 Dxf6 Alcanzándose una posición que la teoría valora como más o menos equilibrada, pero dado el desequilibrio de material las tablas no son fáciles para ninguno de los dos bandos.
13...Axf2+ 14.Rxf2 fxe5 15.Rg1 Ag4!
La amenaza e4 provoca nuevas debilidades en el enroque blanco.
16.h3 Axf3 17.gxf3 e4!Según mi base de datos la novedad, creo que bastante mejor que lo que se había jugado antes [17...Rh8 y 17...Dh4]. La idea es bloquear los dos alfiles blancos.
18.f4
Si 18.fxe4? Dh4 y el ataque negro es imparable.
18...Tf6
Con la idea de ocupar la columna g.
19.Ae3 Ce7 20.De2 Cf5 21.Cd2?
El blanco no parece percatarse del peligro que se cierne sobre su rey. Las últimas jugadas negras han sido una maniobra para tejer una red de mate.
Era mejor 21.Cd4 Cxe3 22.Dxe3 Dd6, aún así la ventaja negra es clara.
21...Tg6+ 22.Rh2 Dh4 23.Df2
En caso de 23.Af2 Dxf4+ y si 23.Tg1 Txg1 24.Rxg1 Dg3+ en ambos casos con ventaja decisiva.
23...Tg3 0–1

José Manuel Villar

viernes, 29 de marzo de 2013

Casillas débiles

Fue muy curioso lo que me pasó hace unos cuantos meses jugando al ajedrez con José Manuel Villar. Era una partida de Blitz, a 5 minutos. Llevaba blancas y me jugó una Grünfeld, que hacía algún tiempo que no aparecía en nuestras partidas de café. Casualmente, un par de horas antes había visto unos comentarios de Karpov sobre una partida suya con Kasparov, los cuales me llamaron la atención poderosamente: en una Grünfeld también (Belfort, 1988, Copa del Mundo, cfr. Anatoli Karpov, Mis Mejores partidas, Barcelona, Editorial Paidotribo, 1998, trad. de A. Gude, pp. 120-124). La idea de Karpov consistía en restringir la actividad del alfil de g7 con e5 una vez que hubiera desaparecido el alfil de casillas blancas del bando negro. Eso es lo que, para mi sorpresa, me vería intentando hacer con mi amigo: 1.d4,Cf6 2.c4,g6 3.Cc3,d5 4.cxd5,Cxd5 5.e4,CxCc3 6.bxCc3,Ag7 7.Ac4,0-0 8.Ce2,c5 9.Ae3,Cc6 10.0-0,Dc7 11.Tc1,b6.


Fue en este momento más o menos cuando se me vino a la cabeza el plan de Karpov. Entre otras cosas, porque la variante con 10...Dc7 apenas la conozco y normalmente la simple memorización de las jugadas impide la creatividad, buena, mala o regular. De esta manera se me ocurrió un 12.Da4 (novedad incluida, por cierto, al menos por lo que yo sé) con idea de un eventual Aa6. Así las cosas, se continuó con 12...,Ca5 13.Ad5,Ab7 14.AxAb7,CxAb7, llevando a cabo mi plan de eliminación del alfil aunque por caminos distintos (como se suele decir, Dios escribe derecho sobre renglones torcidos). Lo que vino a continuación fue una serie de maniobras (unas mejores, otras peores) con mi caballo y mi dama por esas casillas blancas desguarnecidas. Pero antes, claro, la idea general de Karpov 15.e5. En fin, la partida, aunque la gané, fue luego torpemente llevada, por lo menos en relación con el claro plan que tuve a la salida de la apertura. El caso es que conseguí llevar finalmente mi caballo a f6, obteniendo una posición ganadora. La sensación que tenía era de dominación. Tras ello, reconstruimos la partida y Villar me vino a decir que su debilidad no habían sido las casillas blancas, sino las negras, lo que me sorprendió bastante, pues había tenido una clara percepción de que la cosa no había transcurrido así. Pero el respeto que Villar me merece como jugador me hizo recordar lo que decía Bronstein en su libro del Torneo de Candidatos de Zürich, 1953: que la debilidad de las casillas de un color eran también la debilidad de las piezas que se encuentran en el del color contrario, en este caso el alfil de g7, al que se le había acumulado el trabajo (cfr. Editorial Fundamentos, Madrid, 2000, trad. de A. Gude, p. 31). De hecho, a pesar de que la partida era de Blitz y la cosa no iba en serio, todo fue como una revelación, pues después de todo mi idea primitiva (en el doble sentido de original y simple), tras la desaparición del alfil de casillas blancas y el desarrollo ulterior del juego, había sido solamente instalar un caballo en d6, pero luego vine a descubrir que, mientras lo intentaba, transitaba cómodamente por las casillas blancas sin que el rival pudiera hacer demasiado por evitarlo. Es decir, descubrí (y disculpen los que lo sepan ya, dado que no se trata tanto de saberlo, pues que de algún modo yo también lo sabía de manera abstracta, sino de experimentarlo, esto es, de que ese conocimiento guíe la acción del ajedrecista, cosa que a mí al menos me ha pasado en muy pocas ocasiones) que la debilidad de las casillas de un color permiten las maniobras de las piezas propias por ese mismo color. Creo que antes yo lo entendía de una manera mucho más individual, es decir, veía en efecto, como lo ve cualquiera, una casilla débil de determinado color, pero creo que mi comprensión, a pesar de haber leído y escuchado a menudo cosas parecidas a las que aquí intento describir, no iba más allá. De alguna manera, entonces sentí y no sólo comprendí (o porque lo sentí lo comprendí, o porque lo comprendí lo sentí, para no parecer tan místico) lo que Bronstein quiso decir, que, por otro lado, tampoco es tan evidente y el propio Bronstein viene a reconocerlo después de todo; de ahí quizá la sensación de Villar (y no hay sensación falsa, como ya sabían los antiguos) de que sus debilidades eran negras y no blancas. En fin, confío en que, a pesar de que nadie escarmienta en cabeza ajena, esta torpe reflexión pueda servir de algo a los principiantes en el tortuoso camino de la comprensión ajedrecística.

Francisco J. Fernández

jueves, 28 de marzo de 2013

Sergio Castillo analiza


Sergio Castillo nos analiza tres posiciones de las partidas más interesantes del campeonato provincial 2011 y que, a la postre, le servirían para proclamarse campeón.

Barruz Serrano, Antonio (1956) - Castillo Gallego, Sergio (2234) [C46]
Cto. Provincial Absoluto Jaén, 23.01.2011

1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Cc3 g6 4.Ae2 Ag7 5.d3 Cge7 6.Ag5 h6 7.Ad2 0–0 8.Dc1 Rh7 9.0–0 d6 10.Ce1 f5 11.f4 exf4 12.Txf4 g5 13.Tf1 f4 14.Ad1 Cg6 15.Ce2 Ch4 16.Ac3 Ce5 17.Cd4 c6 18.Rh1 b5 19.Cdf3 Chxf3 20.Axf3 Ae6 21.Dd2 c5 22.Ae2 Diagrama.
22...b4 cuando realicé esta jugada ya advertí la ganancia de la calidad
23.Axe5 Axe5 24.c3 bxc3 25.bxc3 Da5 26.Tc1 f3! 27.Cxf3 Af4 28.Dc2 Axc1 29.Txc1 Dxa2–+ no existe contrajuego para la calidad limpia de menos del blanco.
30.Dd1 a5 [30...Tab8 31.Ta1 Db3 32.Txa7+ Rg6]
31.c4 a4 32.d4 Db3 [32...g4 de este modo desaparecería el contrajuego de la partida]
33.Dd2 a3 Diagrama
34.Cxg5+!? Aunque la partida está perdida, desde un punto de vista práctico es la mejor opción; cualquier otra alternativa habría conducido a una victoria cómoda del negro.
34...hxg5 35.Dxg5 Af7?? [35...Db7–+ Sin duda la jugada más sencilla y humana; llevamos la pieza más importante a la defensa.; 35...Ag8!–+ Una jugada extraordinaria. Merece la pena la partida sólo por la belleza de esta jugada. 36.Dh5+ Rg7 37.Dg5+ Rh8 38.Dh6+ Ah7]
36.Dh4+?? [36.Ah5! Axh5 37.Dxh5+ Rg7 38.Dg5+ Rf7 39.Tf1+ Re8 40.Txf8+ Rxf8 41.Df6+ Re8 42.De6+ Rd8 43.Dxd6+ Rc8 44.Dxc5+ Rb8 alcancé esta posición en el análisis donde supuse, erróneamente, que la proximidad de mis dos piezas al rey bastarían para frenar el continuo. 45.De5+ Ra7 46.Da5+ Rb7 47.Dd5+ al no poder jugarse Ra6 el blanco mantiene la repetición.]
36...Rg7 37.e5? [37.Dg5+ Ag6 esta casilla del alfil tapándose es menos efectiva que h7 38.Ah5 Tf6 39.e5 Te6 40.d5 a2 41.dxe6 Db1! 42.Axg6 Dxg6 (42...Dxc1+ 43.Dxc1 a1D 44.Ab1 Dxe5) 43.De7+ Rg8–+]
37...De3 finalmente la dama entra en la defensa y el ataque desaparece
38.Df6+ Rh7 39.Dh4+ Dh6 40.Ad3+ Ag6 41.De7+ Rh8 0–1


Castillo Gallego, Sergio (2234) - Villar Villar, José Manuel (2099) [E73]
Cto. Provincial Absoluto Jaén, 29.01.2011

1.d4 Cf6 2.c4 g6 3.Cc3 Ag7 4.e4 d6 5.Ae2 0–0 6.Ae3 e5 7.d5 Ca6 8.g4 Cc5 9.Af3 a5 10.h4 Ce8 11.h5 f5 12.hxg6 hxg6 13.gxf5 gxf5 14.Dc2 f4 15.Axc5 dxc5 16.0–0–0 Ta6 17.Cge2 Tff6 18.Cb5 Th6 19.Dc3 Txh1 20.Txh1 c6 21.dxc6 bxc6 22.Ca3 De7 23.Db3 Dc7 24.Dd1 Ae6 25.Dg1 Rf8 26.Ah5 Cf6 27.f3 De7 28.Ag6 Ta7 29.Cc3 Td7 30.Ca4 Td4 31.b3 Cd7 32.Cc2 Td6 Diagrama.
La ventaja blanca es grande. Los dos alfiles negros son malos, la estructura de peones del flanco dama es débil y fija a varias piezas en su defensa. El negro está próximo a encontrarse en zugzwang.
33.De1? Simplemente olvidé que el alfil se quedaba en el aire [33.Ah5; 33.Dg2 para hacer Tg1 y Df2; 33.Th2 para Tg2 y De1]
33...Axc4! 34.Af5 Ae6 35.Axe6 Dxe6 36.Dxa5 [36.Ca3! Dado que el peón a5 está perdido era mejor controlar el avance c4 antes de su captura]
36...c4!? 37.Cc5 Cxc5 38.Dxc5 cxb3 [38...Rf7 era preferible aceptar el peón de menos que intentar sostenerlo, que conduce a la perdida de la calidad. De todos modos no era fácil ver lo que iba a suceder...]
39.Td1! Re7 40.axb3 Af8 [40...Rd7 41.Da7+ Re8 42.Txd6 Dxd6 43.Dxg7; 40...Dd7 41.Cb4 Re6 42.Txd6+ Dxd6 43.Dxc6 Dxc6+ 44.Cxc6 alcanzándose un final cómodo, donde el caballo campará a sus anchas y el alfil será un simple observador] Diagrama.
41.Cd4!! una jugada que apareció en algunos análisis previos y que en este momento es completamente devastadora, aparte de muy bella. Sin duda la jugada del torneo.
41...exd4 42.e5 Rd7 43.exd6 De3+ 44.Td2 Dg1+ 45.Rb2 Ag7 46.Df5+ [46.Ra2! con la idea de jugar Tc2 46...d3 47.Dxg1 esta fue la jugada que se me escapó] 46...Rxd6 47.Dxf4+ Rd5 48.Df5+ Rd6 49.Dd3 [49.Ra2 d3]
49...c5 50.f4 Dg4 51.Da6+ Rc7 52.Da7+ Rc6 53.Da8+ Rb5 54.Db7+ Ra5 lógicamente vi aquí la jugada Tg2, pero incluso aunque creas que la posición es de tremenda ventaja, aquí incluso de abandono, nunca está de más asegurarte un minuto más en el apuro con un par de jaques.
55.Da7+ Rb5 56.Db7+ Ra5 57.Tg2 1–0


Elmerabet, Jamal (2006) - Castillo Gallego, Sergio (2234) [B41]
Cto. Provincial Absoluto Jaén (6), 30.01.2011

1.e4 c5 2.Cf3 e6 3.d4 cxd4 4.Cxd4 a6 5.g3 b5 6.Ag2 Ab7 7.0–0 Cf6 8.Te1 Dc7 9.a4 b4 10.Ag5 d6? 11.Dd2 Cbd7 12.Dxb4 Tc8 13.Dd2 e5 14.Cf5 g6 15.Ce3 Axe4 16.Cc3 Axg2 17.Cxg2 h6 18.Ae3 Cb6?! 19.Dd3 Cc4 20.Cd5 Cxd5 21.Dxd5 Ae7 22.b3 Ca5 23.Ad2 Cc6 24.Ce3 0–0 25.Cc4 Cd4 26.Axh6 Diagrama.
26...Tfe8! [26...Cxc2 27.Axf8 Axf8 28.Ce3 Cxa1 29.Txa1 aquí las posibilidades practicas de ganar para el negro son prácticamente nulas; de hecho debe luchar objetivamente por la igualdad.]
27.Tac1? [27.Ted1 quitando la torre de la doble horquilla 27...Cxc2 28.Tac1 Cb4 29.De4 la posición blanca es preferible 29...d5? 30.Dxe5 dxc4 31.Dg7#]
27...Dd7?? Me sedujo tanto el truco y posibilidad de jugar sobre las casillas blancas del flanco de rey, con Dg4 y Dh3 que perdí de vista lo más evidente [27...Dc6!µ 28.Dxc6 Txc6 amenazando Cf3 y g5 29.Rg2 g5 30.Ca5 (30.h4? d5) ]
28.Cb6?? Cayendo en la trampa [28.Cxe5!+- y la posición negra se desmorona sin remisión alguna... 28...De6 29.Dxd4 Af6 30.Db6 dxe5 31.Dxe6 Txe6 32.Ae3 y el campeonato hubiera volado, una vez más, de mis manos...]
28...Dc6! 29.Dxc6 Txc6 30.a5? una jugada absurda; sostener el caballo en una mala posición en vez de llevarlo a d5 no tiene sentido. El error anterior imagino que justifica esta movida. [30.Cd5 Cf3+ 31.Rf1 Cxe1 32.Rxe1³ La fortaleza del caballo aseguraría algo más de resistencia]
30...Cf3+–+ 31.Rf1 Cxe1 32.Rxe1 g5!–+ 33.Cd5 Ad8 34.h4 f6 35.Rd2 Rh7 36.hxg5 fxg5 37.Th1 Rg6 38.f4 Diagrama
38...Tc5 [38...Th8 39.fxg5 (39.f5+ Rxf5 40.Tf1+ Re6) 39...Tc5! aunque la otra variante también es ganadora esta intermedia es más fuerte. Vi toda la secuencia pero equivoqué el orden. (39...Axg5+ 40.Axg5 Txh1 41.Ce7+ Rxg5 42.Cxc6 Rg4 43.Cb8 Ta1) 40.c4 Axg5+ 41.Axg5 Txh1]
39.c4 Axa5+?! [39...Th8 40.f5+ no terminé de ver clara esta variante y terminé por cambiar de idea, lo que acostumbra ser siempre malo. 40...Rxf5 41.Tf1+ Re6–+]
40.b4?! [40.Rd3! esto fue lo que se me escapó en los análisis 40...gxf4 41.gxf4 e4+ 42.Re2 Ad8 y el blanco todavía patalea; sobre todo cuando hay que tener en cuenta el apuro mutuo.]
40...Txc4 41.f5+ Rf7 [41...Rxf5 42.Ce3+ Rg6 43.Cxc4 Axb4+ 44.Rd3 Th8]
42.bxa5 Td4+ 43.Re3 Txd5 44.Axg5 Tg8 45.Ah4 Txa5 El resto tiene poca historia.
46.Tb1 Tb5 47.Tc1 Tc5 48.Tb1 Tb5 49.Tc1 Tc5 50.Tb1 Tgc8 51.Tb6 Tc3+ 52.Rd2 Tc2+ 53.Rd1 T2c6 54.Tb7+ T8c7 55.Tb8 a5 56.g4 Tc4 57.Th8 Txg4 58.f6 Txh4 59.Txh4 Rxf6 60.Th6+ Re7 61.Th7+ Rd8 62.Th8+ Rd7 63.Ta8 Tc5 64.Rd2 Re6 65.Rd3 Td5+ 66.Re3 Tb5 67.Ta6 Rd5 68.Rd3 e4+ 69.Re3 Tb3+ 70.Rd2 Tb5 71.Ta8 Rd4 72.Ta6 d5 73.Ta8 e3+ 74.Re2 Tb2+ 75.Rd1 e2+ 76.Re1 Rd3 77.Te8 Tb1+ 78.Rf2 Tf1+ 0–1

Problemas de ajedrez: H. Otten, 1.892

Blancas Juegan y Ganan. H.Otten, 1892

 Blancas juegan y Ganan


  En este estudio de H. Otten de 1.892, las blancas consiguen la victoria a pesar de la aparente inferioridad.
Intenta hallar la solución, puedes dejar tu respuesta en los comentarios.

miércoles, 27 de marzo de 2013

ZERMELO SOBRE EL AJEDREZ

Ernst Zermelo (1871-1953), matemático alemán, fue uno de los creadores de la teoría axiomática de conjuntos. La axiomática conjuntista más usada hoy lleva el nombre de ZF por Zermelo y Fraenkel, o ZFC si se añade a ZF el axioma de elección, que Zermelo utilizó en un famoso artículo de 1908 para demostrar que todo conjunto puede ser bien ordenado; en ese mismo año, Zermelo propuso la primera versión de lo que evolucionaría gracias a Fraenkel y Skolem hasta convertirse en la teoría ZFC. Hoy se reconoce además que Zermelo había descubierto en Gotinga antes que Russell la conocida paradoja del conjunto de todos los conjuntos que no se pertenecen a sí mismos. En 1913 apareció el artículo de Zermelo sobre el ajedrez que traducimos, en el que suele considerarse que demuestra el llamado ‘teorema de Zermelo’ sobre teoría de juegos, considerado el primer teorema de esa disciplina matemática.

De las versiones del teorema, una de las más sencillas dice: en un juego finito, de información perfecta, en el que se enfrentan dos jugadores y en el que no interviene el azar, o bien un jugador tiene una estrategia ganadora o bien ambos tienen una estrategia que les permite forzar tablas. En efecto, Zermelo construye en el artículo dos conjuntos de continuaciones del juego a partir de una posición dada q: uno, que puede ser vacío, ofrece a las blancas una estrategia ganadora a partir de q; si ese conjunto es vacío, existe otro, quizá vacío, que permite a las blancas forzar tablas; si este segundo conjunto también es vacío, las negras tienen una estrategia ganadora a partir de q y las blancas no pueden más que demorar la derrota hasta un número máximo de movimientos. Como la misma situación se da para las negras, las alternativas posibles son que las blancas tengan una posición ganadora, que la tengan las negras o que ambos jugadores puedan forzar tablas.

Dadas las características del juego, el teorema es casi trivial. Tiene, sin embargo, el mérito de haber inaugurado la teoría de juegos, que habría de convertirse en una rama floreciente de las matemáticas gracias al trabajo de matemáticos como el famoso John Nash, Morgenstern o Von Neumann.

SOBRE UNA APLICACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS A LA TEORÍA DEL AJEDREZ

Ernst Zermelo

Las consideraciones siguientes son independientes de las reglas concretas del juego del ajedrez y valen en principio para cualquier juego intelectual no de azar semejante, en el que se enfrentan dos jugadores. Pero, por mor de concreción, preferimos ejemplificar aquí con el ajedrez, siendo éste el juego más conocido de este tipo. No se trata de exponer aquí un método para la práctica del juego sino de contestar a esta pregunta:

¿Puede determinarse de manera matemáticamente objetiva el valor que una posición posible en el juego tiene para uno de los jugadores y puede determinarse, o al menos definirse, cuál es el mejor movimiento posible para él sin recurrir a construcciones con matiz psicológico y subjetivo como la del ‘jugador perfecto’?

Que esto es posible al menos en algunos casos lo revelan esos problemas de ajedrez, es decir, ejemplos de posiciones, en los que cabe demostrar que el jugador que mueve puede forzar el mate en un número predeterminado de movimientos. Creo que merece la pena investigar si una tal valoración de la posición es teóricamente concebible y tiene sentido también en aquellos casos en los que el análisis de la situación encuentra un obstáculo, insalvable en la práctica, en el elevado número de las posibles continuaciones del juego. Y creo que esta averiguación es necesaria para sentar el fundamento de la teoría de los finales de juego y de las aperturas, tal como se encuentra expuesta en los libros de enseñanza del ajedrez. El método utilizado en las líneas que siguen para la solución de ese problema se ha tomado de la teoría de conjuntos y del cálculo lógico, y revela la utilidad de esas disciplinas matemáticas también en casos que involucran solamente totalidades finitas.

Como el número de escaques y de piezas es finito, es también finito el conjunto P de las posiciones posibles p0, p2, p3, …, pt, entre las que dos posiciones por lo demás iguales deben distinguirse también atendiendo a cuál es el jugador al que toca mover, a si uno de los bandos ha enrocado ya, a si algún peón ha coronado, etc. Sea entonces q una de esas posiciones; para q hay un conjunto Q de finales posibles fq, es decir, un conjunto de secuencias (q, q1, q2,…) de posiciones que, partiendo de q, suceden unas a otras de acuerdo con las reglas del juego, de tal manera que cualquier posición qn de entre esas sucede a la posición qn-1 a través de un movimiento permitido de las blancas o las negras. Cada uno de esos finales de juego fq termina en una posición de mate o de ahogado[1], o, al menos teóricamente, continúa indefinidamente y en este caso el resultado de la partida tendría que considerarse indeterminado o sería tablas (remis). El conjunto Q de todos esos posibles finales de juego fq que parten de q es un subconjunto, finito o infinito, pero bien definido, del conjunto Pa que contiene todas las secuencias enumerables de elementos p del conjunto P.

Algunos de esos finales de juego fq pueden conducir a la victoria de las blancas en no más de r movimientos (entendiendo por ‘movimiento’ el paso de una posición pn-1 a una posición pn, es decir una media jugada, no una jugada completa), aunque en general esto dependerá de cómo jueguen las negras. Pero ¿cómo debe ser una posición q para que las blancas puedan forzar el mate en no más de r movimientos, con independencia de cómo jueguen las negras? Afirmo que la condición suficiente y necesaria para eso es la existencia de un subconjunto no vacío Sr(q) del conjunto Q tal que:

1. Todos los elementos fq del conjunto Sr(q) terminan con la victoria de las blancas en no más de r movimientos, de tal manera que cada secuencia fq contiene como mucho r términos, lo que implica que Sr(q) es siempre finito.

2. Si fq = (q, q1, q2, …) es un elemento cualquiera de Sr(q) y si qn es un término cualquiera de fq, que se da tras un movimiento de las negras y que será un término par o impar de fq según quién juegue en q, y si, finalmente, q’n es una variante posible, porque las negras desde qn-1 podrían jugar tanto qn como q’n, entonces Sr(q) contiene al menos un elemento fq’n = (q, q1, …, qn-1, q’n, …), que tiene en común con fq los primeros n términos. De hecho, en ese y solo en ese caso, pueden las blancas empezar con un elemento cualquiera fq de Sr(q) y, si las negras juegan q’n en vez de qn, contestar con un correspondiente q’n+1[1] que asegure su victoria en no más de r movimientos.

Ciertamente, puede haber más de un conjunto Sr(q) pero la unión de cualquier par de ellos cumplirá las condiciones 1 y 2, y también lo hará la unión U(Sr(q)) de todos ellos, que está bien definida por r y q, y que será diferente de Ø, es decir, que tendrá al menos un elemento, con tal que de que realmente exista un Sr(q). En consecuencia, que U(Sr(q)) ≠ Ø es la condición necesaria y suficiente para que las blancas puedan asegurarse la victoria a partir de q en no más de r movimientos. Si r< r’, entonces U(Sr(q)) es subconjunto de U(Sr’(q)), puesto que todo conjunto Sr(q) satisface las condiciones impuestas a los conjuntos Sr’(q), de modo que debe estar incluido en U(Sr’(q)); y si m es el menor número para el que U(Sm(q)) ≠ Ø, entonces S*(q) = U(Sm(q)) es la intersección de todos los U(Sr(q)) y contiene todas aquellas continuaciones del juego a partir de q que permiten a las blancas ganar en un número mínimo de movimientos. Para esos valores mínimos m = mq hay un valor máximo T≤ t, que depende de q y donde t+1 el número de todas las posiciones posibles, de modo que la condición necesaria y suficiente para que exista algún Sr(q) no vacío y las blancas puedan asegurarse la victoria a partir de q es que U(ST(q)) ≠ Ø. Si desde una posición q es posible forzar la victoria, entonces, como vamos a mostrar, es posible hacerlo en no más de t movimientos. De hecho, todo final fq = (q, q1, q2, …, qn) con n > t contiene una posición qa = qb repetida y las blancas podrían haber jugado la primera vez que esa posición se dio tal como lo hacen en la segunda y así haber ganado en menos de n movimientos; por tanto, m ≤ t.

Si, en cambio, S(q) = Ø, entonces las blancas pueden como mucho, si juegan bien, conseguir tablas pero también podrían estar en una posición perdedora y entonces solamente podrían intentar demorar el mate todo lo posible. Si las blancas tienen la posibilidad de aguantar hasta el j-ésimo movimiento, entonces tiene que haber un subconjunto Zj(q) de Q tal que

1. En ninguno de los finales contenidos en Zj(q) pierden las blancas antes del j-ésimo movimiento.

2. Si fq es un elemento cualquiera de Zj(q) y en fq la posición qn puede ser reemplazada por la posición q’n como consecuencia de un movimiento permitido de las negras, entonces Zj(q) contiene al menos un elemento de la forma

fq’n = (q, q1, q2 …, qn-1, q’n, …),

que tiene en común con fq[3] los primeros n-1 elementos y después continúa con q’n. También los conjuntos Zj(q) son todos subconjuntos de su unión U(Zj(q)), que queda unívocamente determinada por j y q, y que tiene la misma propiedad que Zj, y para cada j < j’, es U(Zj(q)) subconjunto de U(Zj’(q)). Para los números j para los que U(Zj(q)) es diferente de Ø vale que o bien carecen de máximo o bien j ≤ J[4] ≤ T ≤ t, dado que el contrario, si puede asegurarse la victoria, debe poder hacerlo en no más de T movimientos. Así, las blancas pueden asegurarse tablas si y solo si U(ZT+1(q)) ≠ Ø. Si no pueden asegurarse tablas, entonces pueden, mediante Z*(q) = U(ZJ(q)), retrasar la derrota al menos durante J ≤ T movimientos. Como todos los conjuntos Sr(q) satisfacen las condiciones impuestas a los conjuntos Zj(q), el conjunto U(Sr(q)) es subconjunto de U(Zj(q)) y S(q) es subconjunto de Z(q). El resultado de nuestras consideraciones es, por tanto, el siguiente:

A cada posición posible del juego corresponden dos conjuntos bien definidos S(q) y Z(q), subconjuntos del conjunto Q de todos los finales de juego que empiezan con q, y de esos dos el primero es subconjunto del segundo. Si S(q) es distinto de Ø, entonces las blancas pueden forzar su victoria con independencia de cómo jueguen las negras y pueden hacerlo en no más de m movimientos por medio de un subconjunto Sm(q) de S(q) pero no pueden hacerlo con seguridad en menos movimientos. Si S(q) = Ø pero Z(q) ≠ Ø, entonces las blancas pueden al menos hacer tablas mediante los finales de juego contenidos en Z(q). Cuando Z(q) es vacío, las blancas, si el contrario juega bien, pueden solamente demorar la derrota hasta el J-ésimo movimiento mediante un conjunto bien definido Z*(q) de continuaciones del juego. En cualquier caso, solamente las partidas contenidas en S*(q) o Z*(q) pueden considerarse ‘correctas’ desde el punto de vista de las blancas; mediante cualquier otra continuación, las blancas, si están en posición ganadora, dejarían escapar o demorarían la victoria, si el contrario juega bien; y si no están en posición ganadora, harían posible o acelerarían su derrota. Para las negras valen observaciones enteramente análogas y las partidas que deberían contar como partidas jugadas correctamente hasta el final a partir de q son las que satisfacen simultáneamente las condiciones de cada bando, y éstas forman un subconjunto bien definido W(q) de Q.

Los números t y T son independientes de la posición y quedan determinados solo por las reglas del juego. A cada posición del juego corresponde un número m = mq o un número J = Jq, ninguno mayor que T, según sea que las blancas pueden forzar su victoria en m movimientos, pero no en menos, o que pueden hacerlo las negras en J pero no en menos movimientos. La teoría específica de este juego debería calcular esos números o al menos delimitar sus valores entre unos mínimos y unos máximos, lo que hasta ahora no se ha conseguido más que en los ‘problemas de mate en n jugadas’ o en los finales de partida propiamente dichos. La cuestión de si la posición inicial p0 es ya una posición ganadora para alguno de los bandos es por ahora un problema abierto. Si se le diera una solución rigurosa, entonces ciertamente el ajedrez perdería su condición de juego.

Zermelo, E. 1913. Über eine Anwendung der Mengenlehre auf die Theorie des Schachspiels, Proc. Fifth Congress Mathematicians, (Cambridge 1912), Cambridge University Press 1913, pp. 501-504.

Texto original según

http://www.socio.ethz.ch/publications/spieltheorie/klassiker/Zermelo_Uber_eine_Anwendung_der_Mengenlehre_auf_die_Theorie_des_Schachspiels.pdf

Traducción de Laureano Luna Cabañero.

[1] ‘Ahogado’ o ‘rey ahogado’ denota la situación en la que un jugador, cuyo rey no está en jaque, no puede hacer ninguna jugada permitida, lo que da lugar a tablas. N. del T.

[2] En el original no aparece el ‘+1’, lo que debe de ser una errata. N del T.

[3] En el original aparece ‘q’, lo que seguramente es una errata. N del T.

[4] Debe entenderse que J es el máximo de los números j como T es el máximo de los números t. N del T.

Diferencia y repetición de una partida de ajedrez

  En su excelente libro Las semanas del jardín (Madrid, Alianza editorial, 1981), Rafael Sánchez Ferlosio hace una caracterización de diferentes espectáculos atendiendo a una serie de variables: Acontecimiento y Texto, por un lado, y Función y Figura, por el otro. De esta manera, queda diseñado un cuadro como el siguiente, donde se emparejan conceptualmente una serie de espectáculos:

         ACONTECIMIENTO        TEXTO
FUNCION  Competición deportiva Circo
FIGURA   Tauromaquia           Ballet

  Explicaré brevemente a qué hacen referencia los conceptos involucrados para poder pasar al ejemplo ajedrecístico a continuación. Con Acontecimiento, Sanchez Ferlosio se refiere a la dimensión de no repetición que tienen los toros o un partido de fútbol, de tal manera que sería absurdo que alguien adujera que no va a una corrida de José Tomás, por ejemplo, porque ya lo ha visto torear anteriormente. Con Texto se hace referencia a todo lo contrario: al hecho de que el circo o el ballet siguen un guión predeterminado, de ahí lo insufrible que resulta asistir a dos representaciones circenses para escuchar los mismos chistes de los payasos. En cuanto al concepto de función se hace referencia con él a una dimensión de eficacia: lo que importa en el circo o en un partido es hacer las cosas no tanto bonitas como bien, es decir, cumplir con un objetivo competitivo o de habilidad, de ahí que el lema de jugar bonito sea hipócrita dado que da lo mismo meter un gol desde el centro del campo que que rebote en el culo de un defensa. Evidentemente, eso no ocurre con el concepto de Figura, donde de lo que se trata es de hacer las cosas bellamente. No se trata de matar al toro de cualquier manera (Gregorio Corrochano hablaba del rincón de Ordóñez para describir los bajonazos que el matador rondeño hacía pasar por otra cosa), sino de acuerdo con unos requisitos estéticos. En fin, las reflexiones de Ferlosio son tan sesudas como interesantes, pero no podemos detenernos en ellas. Confío en que con lo dicho, el lector disponga de suficientes elementos de juicio.
  El problema que quiero plantear es el de un posible encuadre del ajedrez dentro de este esquema. En principio, se trata de una competición deportiva, por lo que las variables que le afectan son la de acontecimiento (la unicidad de la partida) y la de función (el objetivo es ganar, sea como sea). Cada partida es única y una bella partida vale lo mismo que una que sea una patética comedia de errores. Y sin embargo algo nos dice que el ajedrez es algo más. Hay algo así como una belleza aplicada a las partidas de ajedrez y hay algo así como un asombro circense cuando la técnica desplegada por el ajedrecista es tan asombrosa como la de un malabarista (un ejemplo sería el dominio de la posición de Lucena o de la defensa de Philidor en los finales de torre). Es más, hay algunas partidas que parecen incluso ballet: me refiero a aquellos momentos en que los jugadores siguen una larga variante aprendida de antemano (aunque sin acuerdo previo) ante el asombro de los mirones. Como, por suerte o por desgracia, soy muy aficionado a las variantes forzadas me he encontrado en ocasiones no jugando, sino algo así como bailando, siguiendo unos pasos. No está de más decir que cuando la memoria se agota, la sensación de que uno puede tropezar en cualquier momento es muy acusada. Así que, aunque la dimensión deportiva del ajedrez no puede ser minusvalorada (¡y ay de aquel jugador que lo haga, pues sus resultados se resentirán de inmediato!), también es cierto que el juego tiende a bizquear por su propia naturaleza hacia variables en principio alejadas de su concepto.
  En diciembre del 2006 fui con Francisco José Gadeo y Juan Subirats a Santa María de Trassierra (Córdoba) a jugar el III Open de Navidad. Allí nos encontramos con Sebastián Almagro y Juan Carlos Sánchez, entre otros conocidos. Las partidas eran a 10 minutos a finish. Gané las dos primeras e hice tablas en la tercera con un tal Manrique Alamos (2182 Fide). En la cuarta ronda me tocó con Gadeo, que llevaba los mismos puntos que yo tras ganar, si no me equivoco a Juan Carlos Sánchez, al que, por cierto y contra su costumbre, se le dio muy mal aquel torneo. Nunca había jugado con Gadeo una partida oficial aunque sí muchas amistosas en Jamilena, donde en verano se suelen reunir los integrantes de La Estrella. Antes de la partida, le hice una oferta tácita de tablas, con el nada secreto objetivo de evitar a los jugadores más fuertes en la siguiente ronda. El caso es que aceptó y empezamos a jugar, llevando yo las negras.



1.d4-d5 2.Cf3-Cf6 3.c4-e6 4.Cc3-c6 5.Ag5 (sorpresa, Gadeo suele jugarme la variante del cambio)-dxc4 (me lo tuve que pensar, porque la partida podía entrar en una variante muy aguda, la variante Botvinnik, D44, lo que quizá no fuera demasiado aconsejable estando las tablas en el horizonte) 6. e4 (pues nada, que nos metemos en un auténtico berenjenal táctico. La verdad es que en otras circunstancias Gadeo no hubiera entrado al trapo) -b5 7. e5-h6 8.Ah4-g5 9.Cxg5-hxCg5 (por un momento estuve tentado de jugar 9...Cd5!?, pero no me atreví porque supuse que Gadeo conocería menos esta variante y podía comprometer las tablas o en otras palabras, que podía perfectamente quedarme perdido y me hubiera dado vergüenza aceptar una eventual oferta de tablas) 10.AxCg5-Ae7 (esta jugada fue la defensa favorita de Smyslov contra Kasparov en su match de principios de los ochenta) 11.exCf6-Axf6 12.AxAf6-DxAf6 13.g3 (esta jugada me tranquilizó, pues denotaba conocimiento de los esquemas usuales de la variante por parte de mi amigo; lo malo es que yo iba a llegar pronto a las jugadas delicadas) -Ca6 14.Ag2 (contra Fritz, yo suelo jugar aquí 14.Ce4) -Ab7 (la otra opción es 14.Cb4; la textual permite un goloso tacticismo que no da demasiado y que incluso se le puede atragantar al osado) 15.Cxb5-0-0-0 (si ahora 15...cxCb5 16.AxAb7-Cb4! 17.AxTa8?? (es mejor 17.0-0-Tb8=)-Cd3+ 18.Rd2, con ventaja decisiva negra, pero lo cierto es que me daba miedo iniciar una secuencia que nos equivocara por su misma complejidad) 16.Da4 (no lo sabía entonces, pero esta jugada garantiza las tablas, aunque asusta lo suyo. Jugar a ganar pasa por 16.Cxa7) -cxCb5 17.AxAb7-RxAb7 18. Dxb5+-Ra8 19. Dc6+ (jaque, novedad y tablas). Si el blanco intenta 19.DxCa6 se encuentra con la desagradable sorpresa de 19...Df3 con ventaja decisiva negra. En fin, la partida es notable (la tranquilidad con que encaramos el compromiso de jugar entre nosotros puede que afectara a la calidad de la misma), pero me pregunto si, al menos en mi caso, jugué verdaderamente cuando resulta que el texto de la partida ya había sido escrito (Krausser-Kula, Berlin, 1994, partida que acabó en tablas después de que el blanco jugara la codiciosa 19.DxCa6 y el negro respondiera torpemente con 19...Rb8). Sé que a algunos estas repeticiones de acontecimientos vivos no les afectan demasiado, pero resulta que a mí sí. Las lecciones filosóficas que se puedan extraer de todo ello, las dejaré para otra ocasión.

Francisco J. Fernández

martes, 26 de marzo de 2013

Davor Komljenovic vs. Francisco J. Fernández García

XVII Internacional Basilio Vela
20 de abril 2008
Davor Komljenovic(2462) vs. Francisco J. Fernández García

Primera ronda y me toca enfrentarme a un veterano Gran Maestro. Había jugado una docena de partidas de Blitz con el GM Djuric una semana antes y creo que aquello me sirvió de estímulo para intentar hacer una buena partida.

B32 Defensa siciliana

1.e4,c5 2.Cf3,Cc6 3.d4,cxd4 4.Cxd4,e5
Una aguda variante muy antigua, que durante mucho tiempo ha estado en el repertorio del talentoso José Miguel Ortega, quizá el jugador que más me haya influido, tal vez por las clases que me daba en mis tiempos de Almería.
5.Cb5,a6otra opción es 5.d6, que también puede dar un juego muy vivo
6.Cd6,AxCd6 7.DxAd6,Df6 8.Dd1


la variante principal, pero hay otras retiradas: la alternativa es 8.Da3, así me suele jugar Lerma, por ejemplo, pero también es interesante el cambio de damas: Ruiz Casado me las hace pasar canutas cuando cambia en f6
8…,Dg6adopté este movimiento tras ver la victoria de las negras en una partida entre Kramnik y Vallejo de hace algunos años
9.Cc3,d5
lo más exigente, aunque tal vez no lo mejor, la otra opción es 9...Cge7, que es como jugó Vallejo; creo que la partida fuente para esta variante es una entre Fischer y Tal, donde venció el americano
10.Cxd5,Dxe4+ 11.Ce3Una jugada tontiastuta. Hasta Orihuela, con el que he jugado esta variante un par de veces, arrugó el hocico. Evidentemente, Komljenovic sabía que la variante sigue con 11.Ae3 con la amenaza Cc7+, pero supongo que pensó que no quería sorpresas de un membrillo. Probablemente fue una decisión acertada pues consiguió sacarme de lo que mejor conocía
11…,Ae6
tomándome mi tiempo, tras haber estado jugando hasta entonces al toque
12.Ad3
parece peor 12.c3-Td8 13.Dc2-Cf6 14.Ae2-0-0 15.0-0 Popovic-Speelman, Hastings, 1980, tablas
12…,Dh4
otra opción podría ser 12...Dd4
13.0-0,Td8 14.Df3
desde que hizo 11.Ce3, Komljenovic está jugando muy fuerte, pero la posición está igualada
14…,Cf6N
según mi base de datos la novedad, aunque ya no hay jugadores fuertes respaldando la variante: se había jugado 14...Cge7 que también es buena, pues controla f5, que es a donde va mi rival
15.Cf5-AxCf5 16.Dxaf5en vez de 16.Axaf5-Cd4 17.Dh3-DxDh3 18.AxDh3-Cxc2, con ventaja negra
16…,h6
para evitar Ag5
19.f4?!
tras la partida, Komljenovic percibió inmediatamente en este avance un cierto apresuramiento. En efecto, se imponía 17.g3-Da4 18.c3=
19…,g6 18.g3quizá sea mejor 18.Dh3!? DxDh3 19.gxDh3, con ventaja negra
18…,gxDf5
también estuve pensando en 18...Dxg3+, pero Komlejenovic me dijo después que había sido mejor la que hice, pues el peón de h se hubiera acercado al centro
19.gxDh4-e4 20.Ae2-Tg8+aquí ya me sentía muy bien
21.Rh1,Cd4caballos contra alfiles, pero compensado absolutamente por la situación expuesta del rey blanco y el dominio de dos columnas por parte de las negras
22.Ad1,Cf3
Fritz propone la más tranquila 22...Ce6!? con ventaja decisiva, pero ni se me ocurrió
23.AxCf3
supongo que contento por desprenderse de un peligroso caballo y hasta por la posibilidad de ganar un peón
23…,exAf3
en este momento, Davor hizo como el gesto de ir a capturar el peón, pero ipso facto se dio cuenta de que se dejaba dar mate. Resopló
24.Ae3,Tg2 25.Txf3Se imponía 25.Tac1, con ligera ventaja negra
25…,Txc2 26.Tf2,TxTf2 27.Axf2,Ce4tal vez fuera mejor ocupar la séptima con la torre
28.Ae3,Tc8con la idea de entrar en séptima, cosa que podía haber hecho una jugada antes
29.Tc1,TxTc1+ 30.Axc1
y la partida acabó en tablas algo así como cuarenta jugadas después. El Gran Maestro se puso entonces a mover el alfil de aquí para allá, pero coloqué todos mis peones en blanco y centralicé el rey. San Martín que estaba por allí se ocupó de llamar al árbitro para prevenir tontiastucias y reclamé tablas cuando la posición se repitió, no sé si por quinta o duodécima vez. Pero El Gm no daba su brazo a torcer y me decía: estás mejor, puedes ganar. Finalmente, Pedrito, el árbitro adjunto, declaró la partida tablas.

Francisco J. Fernández

domingo, 24 de marzo de 2013

Analizar nuestras propias partidas

Lo normal es que, a la hora de prepararnos para un determinado torneo, nos fijemos sobre todo en los posibles rivales y en buscar y analizar partidas suyas. A menudo este casi nuestro único entrenamiento. Pero hay una actividad, altamente productiva, que solemos olvidar: analizar nuestras propias partidas, algo que deberíamos hacer de manera sistemática.

¿Por qué debemos analizar nuestras partidas? Se podrían esgrimir numerosos argumentos, y todos beneficiosos para mejorar nuestro juego, pero vamos a centrarnos en los que considero más importantes:

-El primero es que aprenderemos mucho más acerca de la apertura que hemos jugado, sobre todo, si en algún momento nos hemos visto sorprendidos por una jugada del contrario que no conocíamos. Si es así, el análisis será muy productivo y nos ayudará a conocer mejor las aperturas.

            -El segundo, aprenderemos finales. ¿Quién no se ha enfrentado alguna vez a un final, que sabe que es teórico, pero no recuerda exactamente cuál es el plan correcto? El análisis posterior de la partida nos ayudará a encontrar el camino adecuado y hará que tarde bastante tiempo en volver a olvidársenos.

            -El tercero, el más importante, encontrarás tus errores, incluso en las partidas que has ganado y de las que te sientes orgulloso, comprobarás que no has jugado tan bien como creías. Observarás tus procesos mentales, errores recurrentes y los fallos estratégicos y tácticos.

            Hoy en día el uso del ordenador y de Internet es algo cotidiano en cualquier actividad y en la nuestra es fundamental. El uso de programas y motores de juego nos aportarán una ayuda inapreciable. Es como si un GM de 2.600 ELO nos analizara nuestros movimientos, pues ese es el rating que alcanzan muchos de los programas que hay en el mercado.

            Lo que es seguro, es que después del análisis, sabrás más ajedrez que antes de empezar a analizar.

            Más adelante hablaremos de la manera correcta para realizar nuestros análisis caseros.

Problemas de Ajedrez: Timman, 1971

Timman, 1971

Blancas juegan y ganan.


En este estudio de Jan Timman de 1.971, las blancas poseen una clara ventaja de material, pero la posición que ocupan los peones negros hace que el camino a la victoria no sea fácil.
Intenta hallar la solución, puedes dejar tu respuesta en los comentarios.

GRECO, El Calabrés


Durante un tiempo, año 1995, estuve trabajando en el Dictionnaire historique et critique de Pierre Bayle (1.ª ed. 1696; 2.ª ed. 1701). Mi interés por la obra de Leibniz (1646-1716) me condujo hasta aquel soberbio monumento del conocimiento. Así las cosas, me pasaba los días en el Institut d´histoire des Sciences et des Techniques de la rue du Four de París sumergido en aquellas insólitas lecturas. Hace un par de días encontré algunas fotocopias que hice entonces del mencionado diccionario. Aunque tenía un vago recuerdo, resulta que una de ellas contiene el artículo GRECO (circa 1600-1634) en memoria del famoso ajedrecista de principios del siglo XVII. Ofrezco pues al lector curioso la traducción castellana de este breve artículo en la confianza de que los estudiosos de la historia del ajedrez lo hallen útil, dada la dificultad de encontrar la obra de Bayle (en castellano hay una breve selección del Diccionario histórico y crítico en la editorial de Círculo de Lectores, Barcelona, 1996, pero no permite darse cuenta de la magnitud del trabajo de Bayle). Añadiré que la edición utilizada es la de Amsterdam, 4 vol. in-folio, 1740, tomo III, p. 403. Comprobará el amable lector que Bayle hace referencia a otro ajedrecista en su escrito, en esta ocasión referido a Paolo Boi; desgraciadamente, no llegué a fotocopiar aquel artículo. Ofrecemos además reproducción de la edición original.
"Gioachino GRECO, conocido por el nombre del CALABRES, jugaba con tanta habilidad que no puede resultar extraño que le consagre un pequeño Artículo. Todos aquellos que sobresalen en su ocupación hasta un cierto punto merecen esa distinción. Fue un jugador que no encontró su igual en ningún lugar del mundo. Viajó a todas las Cortes de Europa &amp; se señaló en ellas jugando al ajedrez de manera sorprendente. Encontró famosos jugadores en la Corte de Francia, el Duque de Nemours, Arnaul le Carabin, Chaumont &amp; la Salle; mas aunque se preciaran de saber unos más que otros, ninguno de ellos fue capaz de resistírsele: no pudieron incluso plantarle cara todos juntos. De hecho, fue al ajedrez un Bravo: que buscaba en cada Estado algún famoso Caballero con el cual pudiera batirse &amp; romper una lanza, &amp; no encontró ninguno donde no permaneciera como vencedor. Un bello Espíritu hizo unos versos sobre ese tema (a) (A). Véase arriba el artículo BOI.

(a) Extraído de una carta inserta en el Mercure Galant del Mes de Diciembre de 1693.

(A) La mayor parte de los Lectores me querrían mal si les hiciera enterarse de esto sin hacerles ver los propios versos. Es preciso pues que los adjunte:

Apenas en la carrera
contra mí diste un paso
que por tu marcha fiera
todos mis proyectos se vinieron abajo
Veo desde que tú avanzas
ceder todas mis defensas
caer todos mis campeones
en mi resistencia vana
Rey, Caballo, Torre &amp; Dama
son menos que los Peones (I)

(I)De la carta inserta en Mercure Gal. Diciembre 1693.


Francisco J. Fernández

viernes, 22 de marzo de 2013

Historia de una idea ajedrecística con tres personajes a la búsqueda de un autor

El 27 de junio del 2002 jugué con Miguel Pérez Flores una partida de ajedrez en la que éste, con blancas, sacrificó un caballo en la casilla e6. Aunque conseguí ganar a duras penas aquella partida, la idea ensayada me pareció sumamente interesante y no olvidé ya nunca la posibilidad abierta por mi amigo en aquella ocasión. Para los curiosos reproduzco la posición en que se produjo la mencionada jugada.
1. e4-c5 / 2. Cf3-d6 / 3. d4-cxd4 / 4. Cxd4-a6 / 5. Ac4-Cf6 / 6. Cc3-e6 / 7. Ag5-Ae7 / 8. O-O-Cbd7 / 9. Cxe6 (como el avisado lector sabrá, se trata de una defensa siciliana, el llamado ataque Sozin: en el Código de aperturas de la Enciclopedia Yugoeslava está clasificada con los dígitos B86).

Durante ese mismo verano, pero ésta vez llevando las blancas, tuve ocasión de emplear con éxito una variante de la idea recién referida en un torneo de partidas rápidas en Palma de Mallorca. Pues bien, llegó septiembre y también la hora de encontrarse con otro amigo de Marmolejo, en este caso Antonio Robles, al que sólo vemos de vez en cuando, para desdicha del ajedrez culipardo. Amante como es de la variante Najdorf no hubo que esperar mucho para que la posición se aproximara a mis intereses sacrificiales. En efecto, el 4 de septiembre del 2002 jugamos la siguiente partida, en este caso, llevando yo las blancas:
B90 Defensa siciliana, variante Najdorf (desviaciones en la sexta jugada de las blancas)
1. e4-c5 / 2. Cf3-d6 / 3. d4-cxd4 / 4. Cxd4-Cf6 / 5. Cc3-a6 / 6. Ac4-Dc7 / 7. Ab3-e6 / 8. Ae3-Ae7 / 9. Dd2-Cbd7 / 10. Axe6
El bueno de Antonio consiguió ganarme mediante el recurso de hacerme entrar en cambios generalizados que hicieran sentir en un final mi pieza de menos. Estudié la partida y deduje que el sacrificio se sostenía solamente si conseguía a continuación evitar las simplificaciones de material, la verdad es que esa fue la conclusión general que saqué, sin dar el paso de justificarlo con variantes concretas, dada mi indómita pereza.
No obstante, algo debía de rebullirme por aquí dentro cuando compruebo, en mi cuaderno ajedrecístico de por aquel tiempo, que en una de mis primeras partidas con mi compañero en el I.E.S. Vírgen de la Cabeza de Marmolejo, Manuel Díaz Carrillo, provoco insensatamente a mi amigo durante varias jugadas para que efectúe el consabido sacrificio en e6 (el cual, por cierto, en esa misma posición, ya se había efectuado en las partidas Srebrnic-Guidarelli, Bled, 2002, con victoria blanca y en Milu-Vajda, Bucarest, 1999, con tablas). El ajedrez cauto de éste le lleva en ocasiones a obviar continuaciones favorables, pero poco claras, sólo por su hiperdesarrollado sentido de lo intempestivo. En efecto, el 11 de noviembre del 2002 jugamos la apertura del siguiente modo:
B50: 2…d6 (Miscelánea)
1. e4-c5 / 2. Cf3-d6 / 3. Cc3-a6 / 4. Ac4-e6 / 5. 0-0-Cf6 / 6. d4-cxd4 / 7.Cxd4-Dc7 / 8. Ab3-Cbd7 / 9. Te1-b5 / 10.Ag5-Ae7 / 11.a3-Ab7 / 12.Dd2-0-0 / 13.Te2-Cc5
En fin, en estás estábamos cuando, a principios del año 2004, tuve oportunidad de volver a jugar con Antonio Robles. Nos pusimos un control de tiempo de 20 minutos por jugador, como para darle al acontecimiento ese empaque del que carecen los jugadores de café que a fin de cuentas somos. Lo cierto es que yo no había pensado en repetir el experimento, pero, de alguna forma, Antonio me obligó a ello; se conoce que aquel sacrificio de hacía dos años le había intrigado lo suficiente como para exponerse a una segunda parte. En esta ocasión, las cosas marcharon de otro modo.
Pero antes de dar la partida, quizá sea conveniente decir que el sacrificio en e6 es en realidad un cambio: el de una pieza menor por tres peones. Dentro del sistema de equivalencias generalmente admitido, cambio perfectamente tolerable desde prácticamente cualquier punto de vista. En segundo lugar, habría que decir que el “cambio” en e6 viene dado por la jugada Cbd7, es decir, que las negras provocan tal jugada. De hecho, si se repasa la literatura ajedrecística sobre este particular, no parece que las negras se atrevan sistemáticamente a tal autobloqueo de la acción del alfil de c8 antes de enrocarse. En general, lo evitan, probablemente con buen criterio. En este sentido, el infatigable Antonio Robles ha descubierto una partida entre Stein y Chistianov, del Campeonato por Equipos de la U.R.S.S. de 1960, en que ocurrió algo parecido en e6.
Pues bien, nuestra partida se desarrolló de la siguiente manera.
B 95 (Defensa siciliana, variante Najdorf 6.Ag5-e6, inusuales movimientos blancos en la séptima jugada)
1. e4-c5 / 2. Cf3-d6 / 3. Cc3 (esto indica que yo no pretendía una segunda parte, sino una partida más lenta y posicional)-Cf6 / 4. d4-cxd4 / 5. Cxd4-a6 / 6. Ag5- e6 / 7. Ac4 (esta jugada no es la más habitual; se prefiere normalmente 7. f4)-Ae7 / 8.O-O-Dc7 (en la base de datos del Fritz8, programa informático con que me ayudo en los análisis, esta jugada figura como novedad)/ 9. Ab3 (profilaxis)- Cbd7 !?N (pero al bueno de Antonio le interesaba seguir profundizando en la idea; de hecho, esto es una novedad, parece que se prefiere 9…b5 o 9…Cc6) / 10. Axe6!? (ya estamos aquí otra vez, a la segunda irá la vencida)-fxe6 / 11. Cxe6 (atrapando al rey en el centro)- Dc4 (repitiendo el movimiento de dama de dos atrás, pero ahora las cosas son un poco distintas) / 12. Cxg7+-Rf7 / 13. Cf5 (ejerciendo una notable presión sobre el peón aislado)-De6 / 14. Te1- b5? (esta jugada no parece la mejor, Fritz 8 recomienda 14…Af8, con ligera ventaja blanca) / 15. Cd5- CxCd5 / 16. exCd5- DxCf5 / 17. Dh5+ (en aquel momento, me pareció una buena jugada, pero en verdad está a punto de estropear la notable partida de las blancas; está claro por otra parte que 17. AxAe7- Ab7 concede una pequeña ventaja a las negras; lo correcto sin embargo era 17. TxAe7+-Rg6 / 18. Te6+-Rg7(si 18…RxAg5, hay mate en 7 jugadas, cosa que por cierto veo ahora pero no vi entonces)/ 19.f4 con ventaja decisiva blanca)-Dg6 / 18. TxAe7-Rf8?? (la casilla equivocada, era mejor 18….Rg8 / 19. Te8+-Cf8 / 20. DxDg6+-hxDg6, y las blancas sólo tienen una ligera ventaja, aunque no deja ser curioso que las piezas negras se hallen recluidas en su octava fila) / 19. Df3+-Rg8 / 20. Ah6!!, rindiéndose las negras. La variante que lo justifica podría ser ésta: 20….Cf6 / 21. Dg3 con ventaja decisiva blanca.

Francisco J. Fernández

jueves, 21 de marzo de 2013

Cómo jugar contra Fritz

Llevo bastante tiempo jugando con el programa informático Fritz: desde el año 2001 si no me equivoco. Creo que alguien me enseñó el Fritz 3 y poco después fui disponiendo de las sucesivas mejoras: el Fritz 5.32, el 7, el 8, el 9, etc. De hecho, creo que antes de ello, me tenía que conformar con el ChessMaster 2100 pues era el único compatible con el MacIntosh que tenía por entonces. Nadie puede contar las horas que he metido jugando contra los diferentes programas, en sus distintos ritmos y niveles. Leía lo que se decía a la hora de jugar contra los ordenadores, sin que por cierto me sirviera de mucho (el libro de Al Lawrence y Lev Alburt, Cómo jugar contra las computadoras de ajedrez, Barcelona, Editorial Paidotribo, trad. de A. Gude, 2001, es francamente malo además de estar obsoleto; el de Daniel King sobre el match entre Kasparov y Deep Blue es bastante más interesante, también en la editorial Paidotribo; hay que mencionar asimismo el de Pachman y Kühnmund, Ajedrez y computadoras, Barcelona, Edt. Martínez Roca, 1982, a pesar de su edad, sigue siendo imprescindible para hacerse una idea general del estado de la cuestión): que si había que enrocarse en el lado contrario al del programa para provocar el llamado efecto horizonte, que si había que evitar las complicaciones tácticas, que si había que cerrar la posición, que si jugaban mal los finales, etc. Como soy bastante aplicado y hasta presumía para mis adentros que podía llegar a jugar bien algún día, seguía tales recomendaciones... y perdía una y otra vez. De hecho, sigo perdiendo una y otra vez pero en el camino le he perdido todo respeto ajedrecístico a la maquinita. Es una verdadera imbécil y me asombra que los grandes maestros se atrevan a perder con ellas. Sospecho que hay más de un interés económico para tales derrotas (sospecha que he visto que comparte más de uno). Intentaré justificar en lo que sigue estas tesis. Para convencer al amable lector, relataré con la mayor exactitud posible cómo consigo ganar al programa. Dado que mi nivel ajedrecístico es bastante bajo (en este momento 1967 de Elo FEDA) estoy seguro de que jugadores con 200 o 300 puntos de Elo más no tendrán especiales dificultades para convertir ventajas que a mí no obstante se me escapan. Un aviso antes de empezar. Quizá alguno sospeche que mi ordenador es viejo o que le falta un tornillo, que está mal instalado el programa o que sencillamente funciona mal. Como en algún momento a mí también se me ocurrió tal cosa, he de decir que he probado mi método en diferentes ordenadores a lo largo de estos años. Es cierto que la potencia del ordenador influye pero mucho menos de lo que cabría suponer. De hecho, confío en que tras la lectura de este escrito los lectores me comuniquen sus experiencias al respecto. Estoy seguro de que serán legión los que obtengan resultados parecidos. Por otro lado, tampoco veo tanta diferencia entre los diferentes Fritz. Otra cosa, aunque a veces me he ayudado de libros para seguir determinada variante con objeto de memorizarla, muchas otras la victoria o las tablas se han dado en líneas que desconocía por completo, jugando sencillamente siguiendo la inspiración del momento. Por otro lado, el repertorio de victorias se ha dado en variantes y aperturas dudosísimas: diferentes gambitos no especialmente fuertes, como el Blackmaar-Diemer o el letón, incluso el Evans, o la apertura Bird o el sistema Colle, aunque también lo he conseguido con líneas fuertes. De hecho, la apertura da un poco igual, prácticamente cualquier cosa vale para ganar a esa lata de sardinas.
Ayer mismo pasó lo siguiente. Me senté ante el ordenador y puse la opción de partida evaluada, donde juega al máximo nivel, y no hay indicación ninguna sobre la evaluación de la partida. Me puse un tiempo de 3 minutos por jugador. Me dió por jugar una Bird (A 03), que hace tiempo que he dejado de lado. Así las cosas 1.f4, d5 2.Cf3, Af5 (esta jugada es perfectamente posible, aunque un humano intentará desarrollar antes sus caballos) 3.e3, e6 4.b3 (uno de los problemas de la Bird es que es muy predecible, dado que el alfil de casillas negras no tiene muchas opciones),Df6 N(según mi base de datos, la novedad. Si esta jugada me la hace un niño en clase, le castigo con leerse el libro de Maizelis en ruso) 5.Cc3, Cc6 (otra jugada que no parece muy allá) 6.Ab5 (esto es mejor que la natural 6.Ab2 porque a Fritz le pueden entrar ganas de saltar a b4), Cge7 7.Ab2, 0-0-0 (así que quería enrocarse a lo largo) 8.a4 (dado que no hay demasiada fricción en el centro, me puedo permitir esta demostración de flanco, además controlo e5, que es el objetivo estratégico de la Bird),a6 (pidiéndome explicaciones de inmediato) 9.0-0 (pues se las doy, y sacrifico un alfil limpiamente con tal de hacerme con la columna),axAb5 (y el tonto este se lo come) 10.axb5, Cb8 11.Ta8,d4 (¡vaya!, si parece que sabe hasta jugar; resulta que reacciona en el centro y parece que me entrega una calidad a cambio de un peón. Un humano diría que lo hace para evitar que e5 sea patrimonio blanco) 12.Cxd4, TxCd4 13.exTd4, Dxd4+ 14.Rh1 (esta secuencia quizá no sea tan forzada como parece pues tal vez hubiera podido hacer 12.Da1, sin renunciar a e5, pero lo que me interesa aquí es más bien relatar el procedimiento seguido), Cd5 15.Da1 (amenazando entrar en a7), Ac5 ( lo mejor, pues tanto 15...Axc2?? como 15...Cxf4?? son malas, cosa que sé ahora, no durante la partida, claro está) 16.Ca4 (aquí ya me veía ganando),Dxd2 17.CxAc5 (pues me como el alfil y santas pascuas),Ce3 (y ahora va y me amenaza mate: ¡qué ajedrez más superficial!) 18.Tg1, Ah3 (pero esto ya me hizo tragarme mis palabras. De hecho ya empezaba a lamentarme después de las buenas sensaciones que había tenido durante la brevísima partida) 19.TxCb8+ (resignándome), RxTb8 20.Cd7+ (intentando desviar la dama, a ver si cuela, no olvidemos que son tres minutos. Por cierto, si 20...DxCd7 21.Ad4 parece fuerte, aunque esa no hubiera sido mi primera intención), Rc8 (pues no. ¿A ver si va a resultar que puedo cubrir el mate desde b7? Emocionado por mi descubrimiento me precipito y hago la floja 21.Da8??+, RxCd7 22.Dxb7, Cd1 23.Dc6+ (confiando en un continuo que no llega), Rd8 24.Da8+, Re7 25.Aa3+, Rf6 (comprobando que se me ha escapado el rey, me rindo).
Pues bien, hasta aquí una partida como muchas otras. Pero ahora viene lo más interesante. Una vez guardada la partida, se puede repasar con el propio ordenador, para ver dónde uno se ha equivocado, etc. La sensación que tenía es que mi sacrificio de alfil había sido bonito pero especulativo. Me puse a comprobarlo y en el momento en que lo hago descubro estupefacto que el propio Fritz lo justiprecia siguiendo la siguiente secuencia: de ventaja negra a igualdad y finalmente ventaja blanca:sólo hay que esperarse unos segundos (a veces son minutos, no obstante) y no pasar de jugada a jugada en un santiamén, pues pueden ocultarse pequeñas joyas si nos apresuramos. Este indicio es suficiente para mí para seguir confiando en el sacrificio de alfil y retar otra vez al monstruo de silicio a una nueva partida. Me rindo inmediatamente con negras y ya puedo volver otra vez a la Bird en partida evaluada y en las mismas condiciones. Como es sabido, el ordenador tiene pulsión de repetición y tiende a repetir las variantes. Sin embargo en ocasiones una especie de sexto sentido le avisa y se aparta con una subvariante dentro de la variante que se había jugado anteriormente. Lo unico que hay que hacer es registrarla y repetir el procedimiento, viendo el lugar donde nos hemos equivocado. De esta manera, uno puede echarse veinte o treinta partidas jugando variantes y subvariantes (muchas veces la ventaja es decisiva pero la desperdiciamos). Paciencia: es el trabajo de Sísifo. Por lo general, mientras no ganemos seguirá repitiéndola. De este modo, profundizaremos en el conocimiento de lo que estamos jugando y llegará el momento en que descubramos (con la propia ayuda del ordenador) la forma de ganar o empatar. Esto es de hecho lo que me pasó a mi poco después. Tras estar aporreando las teclas durante un buen rato apareció la variante que había jugado por primera vez. En ese momento ya había descubierto que en vez de 21.Da8 había que jugar 21.Cxb6+, a lo que sigue 21...cxCb6 y ahora ya sí 22.Da8+, Rd7 23.Dxb7, Re8 24.gxh3, Cd1 y ya tengo el continuo.
En fin tengo docenas de partidas ganadas o entabladas de esta manera (quien esté interesado sólo tiene que decírmelo). Quizá a alguno le parezca un método fraudulento (más fraudulento me parece desde luego que mi Fritz tenga más de dos millones de partidas en su base de datos), pero yo desde luego me divierto mucho. Como colofón hay que decir que ninguna máquina es capaz de superar el test de Turing, de ahí que hemos de aprovecharnos de aquello que nos hace inteligentes, es decir, ser capaz de aprender de nuestros errores. Eso es lo que esas latas no hacen.

Francisco J. Fernández

martes, 19 de marzo de 2013

El Dr. House juega al ajedrez

Gracias a la insistencia y entusiasmo de mi hermano Marcos, he descubierto la serie House durante este último año. Vencida mi reluctancia inicial ante cualquier cosa que echen por la tele, he de reconocer que mi hermano, después de todo, tenía razón: merece la pena. De hecho, él fue quien me señaló algunas curiosas relaciones: las semejanzas que se dan entre los personajes de House y Sherlock Holmes, el detective de Conan Doyle. Efectivamente, son muchas, desde sus adicciones a ciertas sustancias, hasta su pasión por la música o el nombre de su mejor amigo (Wilson-Watson, respectivamente) o su misantropía, entre otras. Habría que añadir a todo ello su común afición por el ajedrez (en este sentido recomiendo el libro de Raymond Smullyan, Juegos y problemas de ajedrez para Sherlock Holmes, Barcelona, Gedisa, trad. de E. B. Casals, 1986). Veamos hasta qué punto el doctor House es ducho en el juego.


La forma en que pretendo averiguarlo pasa por analizar el capítulo de la temporada tres (parece que se rodó en abril del 2007) titulado "El cabrón" (The Jerk), dirigido por Daniel Sackheim y guión de Leonard Dick, donde un adolescente especialmente odioso sufre un repentino ataque de rabia durante un torneo de ajedrez rápido, lo que le lleva a agredir a su desdichado rival. A partir de ese momento, el equipo del doctor House, interpretado por el genial Hugh Laurie, se encarga de descubrir el origen de las diferentes dolencias que aquejan al ajedrecista. Evidentemente, no nos interesarán demasiado las pesquisas médicas ni el rigor de los razonamientos que avalan este o aquel diagnóstico (aún no he podido consultar el libro del colectivo italiano Blityri, La filosofia del Dr. House, donde imagino que se analizarán estas cuestiones metodológicas al tiempo que las consideraciones éticas que se desprenden de la práctica, verdaderamente admirable, de este singular médico). Nos interesarán más bien las referencias ajedrecísticas que en el capítulo se hacen así como, ahora sí, el rigor con que el ajedrez como tal ha sido tratado. De hecho, y por no extenderme demasiado, me concentraré exclusivamente en la partida que House juega con el doliente muchacho. La excusa médica consiste en elevar la excitación del paciente para confirmar o desmentir determinado síndrome sobre el que se tienen sospechas, cosa que House pretende conseguir sometiendo al chico a la tensión propia de una partida de ajedrez. Ante la negativa de éste, House lo increpa con el objeto de comprometerlo en la lucha que se avecina. Lleva el tablero en un carrito hasta la cama del paciente, reloj analógico incluido, le inyecta lo que parece ser un estimulante y le da a elegir el color ofreciéndole ambas manos cerradas con los respectivos peones dentro. "Blancas, que se joda el cojo", dice el canalla del niño. House se conforma, sitúa el reloj a su izquierda (lo que parece ser una concesión a las necesidades del rodaje, pues es diestro, aunque utiliza la siniestra en un primer momento) y empieza una partida de Blitz a 5 minutos.


Antes de darla, sin embargo, he de reconocer que la reconstrucción de la misma me ha costado algo más de lo que supuse que me resultaría en un principio y, por tanto, es posible que se haya deslizado alguna transposición, dado que los planos están cortados y la secuencia no transcurre en tiempo real, pero, en fin, creo que el resultado es en resumidas cuentas óptimo en su conjunto. En fin, pondré un asterisco a las jugadas que han sido reconstruidas por razonamiento, pero de las que no se tiene experiencia directa del momento en que se hicieron.


A03 Apertura Bird
1.f4-c5 2.Cf3 (House comenta: "Apertura Bird:estrategia pasiva, signo de cobardía") -d5 (la replica del muchacho no se deja esperar: "Defensa siciliana, signo de idiotez", lo que parece un poco aventurado, dado que, aunque se podría haber entrado en una siciliana con 2.f4, al hacer 2...d5, tras 2.Cf3, House adopta un esquema completamente distinto)



3.e3-*Cf6 4.*b3-*e6 5.Aa3N (en la literatura ajedrecística compruebo que antes se había jugado 5.Ab2, que es más natural, así lo hizo Mackenzie contra Lipschuetz en New York, 1886, durante la época de mayor esplendor de la apertura)-Ad6 6.Ab5+-Cc6 7.Cc3-*0-0 8.*Ae2 (aquí me asaltan las dudas, pues en la escena siguiente se comprueba cómo este alfil va a la casilla e2; por otro lado, no se entiende demasiado bien esta jugada, parece preferible enrocarse o incluso Ce5)-e5 (con este movimiento se llega al momento más complicado de seguir, pues, como ya hemos dicho, a continuación se ve cómo el alfil retrocede, pero resulta que hay ya un peón en e5, así que no queda más remedio que suponer la siguiente jugada: no obstante, quizá fuera mejor intentar otra ruptura, es decir, 8...d4 9.Cb5, con ventaja negra) 9.*fxe5-Cxe5 10.*Tb1(la reconstrucción de esta jugada parece inevitable, pero aquí el blanco deja pasar la oportunidad de ensayar 10.CxCe5-AxCe5 11.Axc5-Te8, con ligera ventaja negra, pero con una partida más tranquila)-Ce4 11.*Cxd5-CxCf3+ 12.AxCf3-Dh4+ (también valía la más sutil 12...Ag4! 13.c4-Dh4+ 14.Re2-f5=) 13.g3=-Axg3+ 14.hxAg3-Dxg3+ 15.Re2 (en este momento los realizadores se recrean con la cara de disgusto del chico)-Cg5? (pero House se equivoca después de ello, debería haber intentado 15...Td8 16.De1-TxCd5 17.AxCe4-Ag4+ 18.Rf1-Ah3+ 19.TxAh3-DxTh3 20.Ag2-Tf5+ 21.Rg1-Tg5=) 16.Df1 (tras mover, el chico hace como el gesto de parar el reloj, sonriendo sardónicamente ante la sorpresa de House: "¿Te importa tirar el rey? (Care to lay down your king?)", justificando su petición con la siguiente variante: "me inmovilizas la reina (you can pin my queen), caballo a e7, Rh8, sacrifico la torre, el rey captura el peón, el alfil bloquea y reina a h5, jaque mate". La expresión de House revela comprensión de la variante, es decir, algo como 16...CxAf3?? 17.DxCf3-Ag4 18.Ce7+-Rh8 19.Txh7!-RxTh7 20.Th1+ (esto no se menciona)-Ah3 (aunque también podría ser 20...Ah5) 21.Dh5#. A continuación, el chico sufre el esperado ataque mientras House se levanta pensando en lo que ha pasado. Curiosamente, antes de salir de la habitación, vuelve a mirar el tablero y comprobamos estupefactos que la torre ya está en h7 dando jaque, inclinando el rey House y reconociendo la derrota. Todo lo cual puede significar que se rodó la secuencia hasta la jugada 19ª y luego se decidió que era más elegante dejarla en la jugada 16ª. De hecho, es mucho más razonable, dado que a partir de entonces House se va a dedicar a analizar sin descanso la partida mientras intenta por otro lado curar al chico. Al final del episodio, la forma en que el muchacho cogía las piezas va a ser determinante en el diagnóstico acertado, pues resulta sufrir acumulación de hierro en las articulaciones (hemocromatosis), lo que le impedía efectivamente doblar los dedos al mover las piezas. Una vez comunicada al paciente la naturaleza de su dolencia, House le hace saber con cierto orgullo que no hubiera seguido la variante con que le embaucó:"no te habría comido el alfil (I wouldn´t have taken the bishop), habría movido la reina a d6 para evitarlo y luego la torre a e8 atacando el peón de rey, cambiando por calidad (?) y ganándote" (I´d have lost the exchange but won the game, aunque no estoy completamente seguro de que diga eso exactamente). El chico le da la razón (?) y reconoce que todo fue un farol (o una tontiastucia, en otras palabras). Ahora bien, la variante mencionada por House es, además de dudosa, difícil de comprender. En efecto, por algunas escenas en que le vemos analizando, está contemplando la siguiente posibilidad, algo así como 16...Dd6 17.Cf4? (es mejor 17.Ab2, con ventaja decisiva blanca)-Te8? (es mejor otra vez 17...Da6+, consiguiendo igualar). Su comentario no permite ser más concretos, pero parece claramente incorrecto. No obstante, lo que hay que decir a continuación es que el error no sólo se produciría con la dichosa toma del alfil (el menor de los males era 16...Ag4 17.AxAg4-DxAg4+ 18.Re1-Tad8, con ventaja decisiva blanca), sino que se había cometido una jugada antes, cuando House lleva su caballo a g5. Aquí las negras están ya perdidas y, por tanto, el recurso que se han sacado de la manga los guionistas (parece que el responsable de la elaboración de la partida es un tal Matt Lewis, del que no he podido averiguar nada) para salvar el honor intelectual de House está traído por los pelos. Supongo que los guionistas quisieron una partida con algunos jaques dramáticos, pero donde hubiera una posibilidad escondida de salvación. La tarea resultó demasiado ardua para quien elaboró la partida y patinó en el momento de la refutación de la variante, haciendo que la partida continuara una jugada más de la debida, pues era la única manera de que el blanco pudiera realizar la no tan farolera combinación.


Se comprueba pues una vez más lo delicado que es el ajedrez, lo difícil que resulta su transplante (en este caso cinematográfico y en otros literario), como si fuera incapaz de arraigar en otros terrenos, dada la estricta urdimbre con que teje su desenvolvimiento. Al parecer, Hugh Laurie jugó mucho al ajedrez cuando era veinteañero (cfr. "Anatomía de un episodio, "El cabrón", documental sobre la realización del capítulo en cuestión, Universal Studios, 2007). Quizá debería haber tomado ejemplo del gran Humphrey Bogart, pues el análisis que hace éste en la película Casablanca de una posición del gambito Chatard-Alekhine contra la defensa francesa es bastante más riguroso. Pero, en fin, como dice el propio House, todo el mundo miente.


Francisco J. Fernández

lunes, 18 de marzo de 2013

Ajedrez y Literatura


1. INTRODUCCION

Aprender a jugar al ajedrez es como aprender a hablar. Algunos Grandes Maestros lo hicieron prácticamente al mismo tiempo. Con apenas si poco más de cuatro años escasos eran ya capaces de mover los trebejos con soltura sorprendente, así Capablanca, por no mencionar a otros.
La relación entre lenguaje y ajedrez ha sido sin embargo habitualmente descuidada. Ello es tanto más extraño cuanto que Ferdinand de Saussure, a principios del siglo XX, en su Curso de Lingüística General, libro fundador de la Lingüística como disciplina científica, mencionó tal relación(1) haciendo ver de consuno que no hay mejor ilustración del funcionamiento de la Lengua en general que nuestro juego: de ahí que nunca sea demasiado pronto para el aprendizaje del ajedrez. No debemos asustarnos de que un niño sea capaz de darnos jaque mate como no hay que asustarse de que este mismo niño nos interrogue acerca de la sombra que proyecta su cuerpo. Todo obedece a una misma facultad que empieza a revelarse: la de su inteligencia, don preciado que la Educación se encarga en demasiadas ocasiones, si no todas, de malbaratar, a veces incluso irremediablemente.

Los secretos del ajedrez son tantos y se encuentran tan enredados que apenas si hemos aprendido a saber cuáles son las estrategias óptimas que gobiernan un buen desenvolvimiento de la partida. Saberlo, de antemano, parece tarea imposible, dada la magnitud de los cálculos que se presuponen necesarios para hablar con certeza de este particular (se suele decir que hay más jugadas de ajedrez que átomos en el universo). En otras palabras, que es más fácil saber por qué jugamos mal que por qué jugamos bien. Pero es que es ahí precisamente donde se encuentra la gracia del asunto: en que es preciso averiguárselas a partir de escasos elementos de juicio, como en la vida, cabría añadir, pues o se cae en un rigorismo excesivo o se acaba por admitir que nuestros principios prácticos han de incluir sus propias excepciones. Y, en efecto, algo de esto es lo que subyace a la afirmación de Bobby Fischer (campeón del mundo en 1972, tras derrotar a Boris Spassky): “El ajedrez es la vida”. Entendámonos: no mi vida (“My life is Chess”, que decía Viktor Korchnoi en un libro que he visto en alguna bibliografía), no como la vida, sino la vida, la vida misma. No hay forma de decirlo con más radicalidad, no hay metáfora más comprometida. De ahí que George Steiner interprete la derrota de Spasski haciendo ver que ello “podría reflejar en última instancia un cierto desapasionamiento ante el juego en sí, o la comprensión, tal vez subconsciente, de que el ajedrez no es, no puede ser, como proclama Fischer todo” (2). Aquello a lo que se refería éste puede que quepa ser entendido si sustituimos a continuación ajedrez por lenguaje: el lenguaje es la vida. Sin lenguaje viviríamos como viven las plantas, hombres disminuidos, capitidisminuidos o escamochados. Jugar al ajedrez no es más que eso, jugar, pero quizá no haya otra cosa mejor que hacer, esto es, quizá no haya nada mejor que hablar… o escribir, si se nos permite el atrevimiento. En todo caso, intentaré justificar esto último en lo que sigue.

2. LA ESCRITURA DEL AJEDREZ

Y es que si la relación ajedrez-lenguaje ha sido, a pesar de algunos esfuerzos teóricos(3), más o menos obviada o desatendida(4), la que se produce entre el ajedrez y la escritura ha tenido bastante más fortuna y tiene en principio, a lo que parece, dos formas de darse.
2.1. La escritura como código
La primera de ellas hace referencia a los diversos procedimientos que se han ido inventando para registrar y, por tanto, poder recuperar el desarrollo preciso de las partidas de ajedrez. Un par de ejemplos servirá de muestra a la hora de ilustrar el proceso histórico seguido. Ruy López de Segura, en su Libro de la invención liberal y arte del juego del ajedrez (Alcalá de Henares, 1561), decía así, al presentar el análisis de una de sus aperturas: “Lleuando el Blanco la mano jugará el peón del rey quanto va. Si el negro jugare el peón del rey quanto va, el blanco jugará el peón del arfil de la dama una casa. Si el negro jugare el caballo del rey ala tercera del arfil por tomar el peón”(5). Un par de siglos más tarde, las dificultades de anotación y la mayor parte de las ambigüedades se habían solucionado, pero todavía persistían ciertos problemas que debían, mal que bien, sobrellevarse, como se comprueba en la traducción castellana a cargo de D. C. de Algarra, del Análisis del juego del ajedrez de A. D. Philidor (1726-1795), donde se puede leer: “Para distinguir ambos juegos en las notas y evitar repeticiones fastidiosas, hablaremos al Blanco en segunda persona y en tercera al Negro, según el uso adoptado en muchas obras de ajedrez; así al Blanco se le dirá: jugad el rey; y al Negro: juegue el rey”(6). El caso es que en los siglos XIX y XX convivieron los sistemas de anotación descriptivo (1. P4R-P4R, 2. P3AD-C3AR)(7) y algebraico (1. e4-e5, 2. c3-Cf6), siendo éste último el que ha conseguido imponerse finalmente, al ser elegido por la Federación Internacional de Ajedrez en sus competiciones y publicaciones. En el tomo A de la Enciclopedia de aperturas de ajedrez (Belgrado, 2001, cuarta edición), por ejemplo, se ve claramente tal dominio del sistema algebraico (abreviado, por más señas), aunque hay que adjuntar que, al mismo tiempo, se han venido añadiendo una serie de símbolos (‘+’, ‘X’, ‘?!’, ‘N’, ‘#’, ‘O’(8), entre muchos otros), para nada evidentes, que hacen la lectura de la obra tan dificultosa como podía serlo la de Ruy López en los tiempos de Felipe II. En fin, que no cabe más remedio que adiestrarse uno lo suficiente hasta conseguir cierta competencia semiótica sobre estos particulares (por cierto, no estaría nada mal que se analizara el orden de las frases ajedrecísticas en esta internacionalizada Enciclopedia yugoeslava para comprobar si es orden que depende de una lengua en particular –el chino, el francés, el ruso, el árabe, el serbocroata, y así hasta diez, como se puede ver en la portada; cuestión que, de confirmarse, volvería algo patéticos estos intentos por crear una característica ajedrecística universal).
Dentro de esta peculiar literatura, ya utilicen éste o aquel sistema de anotación, hay obras verdaderamente notables desde un punto de vista estrictamente literario. Baste con mencionar, de entre los publicados en castellano, el libro de Ricardo Reti, Los grandes maestros del tablero o el no menos interesante de David Bronstein, sobre el torneo de candidatos de 1953, en Zürich (9). Ambos son verdaderas maravillas expresivas, con auténticos hallazgos poéticos y rigor expositivo. No puedo dejar de citar un momento particularmente interesante para el tema que aquí nos ocupa, perteneciente al libro de Reti:
“Rubinstein aprendió el ajedrez cuando tenía dieciocho años y nunca dominó totalmente las dificultades del medio juego, de tal manera que una y otra vez ha cometido sorprendentes descuidos, algunas veces en sus partidas mejor concebidas. Es como un orador que hablara una lengua extraña, aprendida de mayor, de tal manera que, a pesar de sus profundas ideas, no siempre encuentra la palabra más adecuada. Por el contrario, Capablanca, cuando juega al ajedrez habla su lengua nativa y concibe sus pensamientos en términos exactos.”(10)
Junto a estos dos, podríamos quizá añadir el Manual de ajedrez de Emmanuel Lasker(11) o Mi sistema de Aaron Nimzowitch(12), texto literalmente asombroso por su creatividad conceptual (‘profilaxis’, ‘sobreprotección’, etc.), pero al mismo tiempo difícil de catalogar, dada su originalidad, pues para ser un manual es demasiado complicado y para ser un tratado, demasiado subjetivo. Obsérvese, por otra parte, que los libros recién mencionados tienen un interés ajedrecístico indudable y han educado a generaciones enteras tanto de aficionados como de profesionales (las interpretaciones de Reti acerca de los diferentes estilos de los jugadores que estudia en su obra sólo ahora empiezan a ser parcialmente relativizadas; Tigran Petrosian, campeón del mundo entre 1963 y 1969 fue un seguidor radical del libro de Nimzowitch; y hasta el propio Bobby Fischer incluyó como preámbulo a su libro Mis 60 mejores partidas(13) una intrigante cita del sobredicho Manual de Lasker), es decir, que no son textos que persiguieran en primera instancia la belleza literaria. Pues no, resulta que ocurrió algo mucho más interesante: que se la encontraron por el camino, como esplendor de la verdad, que decían antaño los filósofos escolásticos. Y es que los supuestos valores literarios observados en las obras anteriores son valores conseguidos pero no perseguidos: logros no intencionados, en otras palabras. En definitiva, que se emanciparon de su mera función codificadora, de tal forma que, valga la paradoja, la literatura empezó a arraigar en cuanto se olvidó de que era primordialmente littera, pura letra. Alexander Kotov menciona cuatro tipos de comentarios ajedrecísticos y sus principales valedores; así: descriptivos (Ragozin), analíticos (Chigorin, Fischer), posicionales (Steinitz, Tarrasch, Lasker, Capablanca) y sintéticos (Alekhine, Botvinnik, Karpov, Bronstein)(14). En este sentido, no será para nada extraño que todo un Raymond Roussel tenga un texto que consiste solamente en exponer una nueva forma de dar jaque mate con el alfil y el caballo, texto que ha quedado como una isla perdida dentro de la obra de Roussel, pero que, a mi juicio, hay que interpretar desde esta precisa perspectiva, es decir, como exacerbación irónica de una literatura demasiado emancipada de la letra(15), es decir, demasiado pendiente de una intención moral que justificaría la obra desde fuera de ella misma.

2.2. La escritura como discurso
La segunda de las maneras de relacionar la escritura con el ajedrez pasa, claro está, por entender tal escritura como discurso, no como lengua (como estructura, a fortiori), como mencionábamos en la introducción, o incluso código, que es a fin de cuentas lo que sucedía con el primer modo de relación. Ahora bien, ¿qué conseguimos mediante esta caracterización? Parece, de primeras, que lo que se logra es liberar a la escritura de un papel francamente subordinado o auxiliar. De hecho, a efectos prácticos o pedagógicos es una interpretación que no está mal, que puede ser hasta útil. Sin embargo, las cosas no están nunca tan bien dispuestas como uno desearía. En efecto, el problema es más complejo. Veamos por qué.
Resulta que en el Renacimiento se hicieron más o menos populares los recursos ajedrecísticos empleados literariamente. Yuri Averbach comenta el caso del poeta Ivan Kochanowski, el cual imitó el poema “Ajedrez” de Marcos Jerónimo Vida, donde Apolo y Mercurio juegan una partida. Allí donde Kochanowski se separa del italiano Vida es, de manera precisa, al final, pues sencillamente lo toma prestado de una colección medieval de problemas de ajedrez titulada El buen compañero, las cuales, a su vez, no eran sino refundiciones de leyendas árabes o persas, en este caso, haciendo referencia al llamado problema de la doncella o mate de “dil-aram”, que es el que atrajo la atención de Kochanowski(16). Si la historia es interesante para nuestro propósito es porque se ve con cierta claridad que en la obra literaria se da una mixtura narrativa con la partida de ajedrez. En otras palabras, que el desenvolvimiento de la partida es también el de los personajes, y que las vicisitudes por las que pasan las piezas son, mutatis mutandis, las que afectan a los protagonistas, como si las invistiéramos de afectos.. En fin, esta estrecha imbricación, una suerte de coimplicación desde el punto de vista lógico, ha sido explotada luego con cierta frecuencia en tiempos más cercanos. El ejemplo más conocido es el de Lewis Carroll y su Alicia a través del espejo(17), donde las aventuras de la niña se dejan leer ajedrecísticamente, pues hay una más o menos perfecta correspondencia de lugares-casillas y personajes-piezas (como se recordará, Alicia es el peón blanco). Y lo mismo puede decirse de una obra de mucha menos calidad como La tabla de Flandes de Arturo Pérez Reverte(18), donde una pintura flamenca representando una escena que incluye una posición de ajedrez parece determinar el curso de los acontecimientos. Incluso Vladimir Nabokov, como ha observado Colas Duflo,(19) coquetea con estos procedimientos narrativos en su obra La defensa, como reconoce en el prólogo a la edición inglesa:
“Toda la secuencia de movimientos en estos tres capítulos fundamentales nos recuerda –o debería recordarnos- ciertos problemas de ajedrez cuya solución no consiste en hacer jaque mate en determinado número de jugadas, sino en el denominado ‘análisis retrospectivo’, en el cual se requiere que el jugador demuestre mediante un estudio desde el principio de la posición esquemática que las negras no podían haber enrocado en su última jugada o que debían haber tomado al paso un peón blanco” (20).
Como se comprueba por estos ejemplos, la arquitectónica de muchas obras literarias lleva aparejada una estrecha relación con el ajedrez, ya sea, como hemos visto, porque hay una isomorfía entre el universo de la obra y la forma y disposición del tablero (si no recuerdo mal, Ricardo Calvo ha dudado de que se jugara realmente la partida entre F. De Castellví y N. Vinyoles (Barcelona, 1476), presente en el poema Scachs d ‘Amor, y lo ha dudado precisamente a partir de consideraciones literarias, pues las presuntas malas jugadas de la partida, que hicieron a algunos apresurarse en determinar como pésimo el nivel ajedrecístico de la época, no serían sino obligaciones narrativas), ya sea, como en el caso de La torre herida por el rayo, de Fernando Arrabal(21), porque una partida de ajedrez ayuda a hacer avanzar la trama (en este caso, valedera para el campeonato del mundo, pero en otro caso bien podría ser para salvar judíos de un campo de exterminio, como en la mediocre La variante Lüneburg, de Paolo Maurensig(22), o para vencer a la muerte, como en la famosa película El séptimo sello, de Bergman, o para ganar al diablo disfrazado de peregrino, como cuenta la leyenda de Paolo Boi (jugador de finales del siglo XVI), el cual en el momento en que iba a sufrir el jaque mate definitivo hizo ver al diablo, con la ayuda de Dios, que las piezas formarían entonces una cruz salvadora, ante lo cual al diablo no le cupo sino retroceder). Probablemente sean estos casos los que aprovechan mejor el recurso del ajedrez, tal vez porque se deciden por no explotar los tópicos del juego (desequilibrios psicológicos de los jugadores, básicamente(23)), cosa que no puede decirse que no se haga hasta en las mejores de las obras que incurren en esta recurrente explotación, como Una partida de ajedrez, de Stefan Zweig(24), o La novela de Don Saldaño, jugador de ajedrez, de don Miguel de Unamuno(25), al que, por cierto, le interesaba tanto el asunto que le dedicó un pequeño ensayo titulado “Sobre el ajedrez”(26), donde no deja en muy buen lugar a aquellos que conceden demasiadas virtudes intelectuales al juego que nos ocupa, un poco en la misma línea que otro ensayista español, en este caso Benito Jerónimo Feijoo, había ya expuesto en la Carta XI de sus Cartas eruditas y curiosas(27).
Y es que aquellas novelas u obras literarias que toman el ajedrez como simple excusa (histórica, por ejemplo(28)) son, francamente, tan numerosas como prescindibles(29), como si los eventuales méritos de estas obras sufrieran la venganza terrible del juego, incapaz de compartir su prestigio sublime más allá de la forma estipulada y, por tanto, capaz de provocar que tales obras parezcan engoladas y pedantes, como adornadas con flores de cementerio. Quizá por eso Edgar Allan Poe adoptó un tono ensayístico en “El jugador de ajedrez de Maelzel”, y lo mismo podría decirse del comienzo de “Los crímenes de la calle Morgue”(30), y tal vez por eso sea suficiente, como hace Raymond Chandler en La ventana alta, dar una pequeña pincelada, cuya brevedad garantice su elegancia:
“Me fui a casa, me puse la ropa vieja de andar por casa, saqué el ajedrez, me preparé una copa y repasé otra partida de Capablanca. Tenía cincuenta y nueve movimientos. Ajedrez bello, frío, sin escrúpulos, casi siniestro de puro callado e implacable”(31).
De hecho, este reproche podría ser dirigido también a algunas de las obras que hemos mencionado arriba, lo que demuestra que el ajedrez exige un muy delicado tratamiento. ¿Cuál es la razón? Tal vez pueda venir en nuestra ayuda un comentario de Lasker: “El espectador goza no de una partida de ajedrez, sino de una historia, de un drama; que sea un tablero de ajedrez el escenario y las piezas de ajedrez sus actores no tiene importancia”(32), declaración que es como el reverso de nuestra interpretación, pero que viene a confirmar la idea aquí empleada de que no es ilegítimo tomar la escritura del ajedrez como discurso. Efectivamente, tal vez no sea ilegítimo, pero resultará que el ajedrez no tolerará duplicidades gratuitas. La emoción estética, pues de eso se trata a fin de cuentas, habrá de venir dada por la emoción que la partida provoque; las que tengan un origen distinto serán consideradas como forajidas, como intrusos indeseables y el precio que habrá que pagar irá desde el aburrimiento a la trivialidad. Por algo de todo esto, David Barbero se decide a incluir, como anexo (!), una serie de jugadas pertenecientes al enfrentamiento entre Capablanca y Alekhine de 1927, como reconociendo que su obra Gambito de dama(33), que versa sobre este acontecimiento, palidece ante los dramas sufridos por los dos ajedrecistas en los 32 gambitos de dama (¡34 partidas se jugaron en total!) que se dieron en el mencionado Campeonato. Puede que esta interpretación sea excesiva, pero en todo caso, quizá merezca la pena que se piense algo en ella.Y, sin embargo, algo falla en todo esto, en esta forma de explicar las cosas. Resulta que, según Saussure, no importa en qué momento comencemos a ver la partida. La disposición de las piezas nos permite una perfecta inteligencia de lo que ocurre en el tablero. Hayamos llegado tarde o temprano, aquel que lleva observando la partida desde el comienzo no tiene más ventajas que los recién llegados. Sincronía y diacronía. Estructura y discurso. Ahora bien, el ajedrez es también lucha de caracteres, como se encargó de demostrar Lasker teórica(34) y prácticamente. Y en esa lucha interviene muy decisivamente la memoria del encuentro, es decir, que los acontecimientos anteriores interfieren sobre las decisiones subsiguientes de los jugadores más allá de consideraciones puramente ajedrecísticas (sólo las computadoras están libres de este inconveniente). Este es, a mi juicio, el verdadero problema, la auténtica contradicción, que todavía no ha sabido encontrar, por lo que yo sé, su reflejo literario.
(1) “Una partida de ajedrez es como la realización artificial de lo que la lengua nos presenta en forma natural.” (Curso de Lingüística general, trad. de A. Alonso, Madrid, Alianza Edt., 1987, p. 114). John Wattson, en Los secretos de la estrategia moderna en ajedrez (Londres, Gambit Publications, trad. de A. Gude, 2002) relativiza esta importancia, pero no la llega a excluir: “cualquiera que haya analizado extensamente con jugadores fuertes, sabe que predominan las posibilidades concretas del análisis, en tanto esos factores posicionales están simplemente imbuidos en el juego mismo, como las reglas de la gramática lo están en el lenguaje hablado. Nuestra comprensión posicional no aumenta verbalmente, mientras perfeccionamos el criterio propio. Cuando avanzamos más allá, la comparación con el lenguaje se vuelve menos precisa, pero aún útil: por ejemplo, las reglas gramaticales casi siempre se aplican, en tanto las de ajedrez pueden realmente ser erróneas, o tan poco confiables que no pueden ser consideradas.” (p. 294)
(2) Campos de fuerza (Madrid, Edt. La fábrica, trad. de M. Martínez-Lage, p. 41), rescate que es de un antiguo libro de George Steiner sobre el Match de 1972 en Reikiavijk, al que fue enviado como corresponsal por el periódico The New Yorker.
(3) Así, Ludwig Wittgenstein: “La pregunta ‘¿qué es una realmente una palabra?’ es análoga a ‘¿qué es una pieza de ajedrez?’” (Investigaciones filosóficas, parágrafo 108)
(4) “Mais les precieuses indications de Saussure sur le rapport langue-échecs ne semblent pas avoir été exploitées comme il se devait, ou plutôt comme il se pouvait” (Jacques Dextreit &amp; Norbert Engel, Jeu d´échecs et sciences humaines, Paris, Payot, 1981, p. 203). Ello es tanto más extraño cuanto que los propios ajedrecistas no han dudado en establecer esta misma relación, así Kasparov, por ejemplo: “Todos los ajedrecistas estudian las partidas antiguas como si adquirieran las palabras de un idioma extranjero. Pero si se tiene un determinado vocabulario, se debe aprender a aprovechar la fuerza creativa que contiene, y también a utilizarla.” (citado por Mark Dvoretsky &amp; Artur Yusupov en Entrenamiento de élite (1), Madrid, Ediciones Eseuve, trad. de M. Suárez Sedeño, 1992, p. 175).
(5) Citado por Julio Ganzo en Los campeones del mundo (Madrid, Ricardo Aguilera, 1971, p. 10).
(6) Edición facsimilar de la de París, 1870.
(7) Agustín García Calvo (Hablando de lo que habla, “Sugerencias del lenguaje escrito de reseña de partidas de ajedrez para ciertas cuestiones emprácticas y sintácticas”, Lucina, Madrid, 1990, pp. 186-191) tiene un muy sugestivo artículo donde analiza las características lingüísticas del método descriptivo de reseñas de partidas de ajedrez, allí se habla desde la indiferencia en la modalidad de frase hasta el papel desempeñado por las diferentes clases de signos que intervienen en la descripción de la partida.
(8) Respectivamente: ‘jaque’, ‘punto débil’, ‘jugada de dudoso valor’, ‘novedad’, ‘jaque mate’, ‘ventaja de espacio’.
(9) El ajedrez de torneo, Edt. Fundamentos, Madrid, trad. de A. Gude, 1984.
(10) Ricardo Reti, Los grandes maestros del tablero, edt. Fundamentos, Madrid, 1997, trad. de J. Ganzo, p. 161.
(11) Edt. Jaque XXI, Madrid, trad. de D. K. Haines &amp; F. Pérez Ramos, 1997.
(12) Edt. Fundamentos, Madrid, trad. de J. Ganzo, 1997.
(13) Edt. Fundamentos, Madrid.
(14) Alexander Kotov, Entrene como un gran maestro, Edt., Fundamentos, Madrid, F. Amillátegui, 1985, pp.101-107.
(15) Incluido en Comment j’ai écrit certains de mes livres, U.G.E., Paris, 1963, pp. 131-152.
(16) Yuri Averbach, Lecturas de ajedrez, Barcelona, Ed. Martínez Roca, trad. de A. Puig, 1984, pp. 7-16.
(17) Barcelona, Plaza &amp; Janés, trad. de L. Maristany, 1986.
(18) Madrid, Alfaguara, 1990.
(19) Colas Duflo, Jouer et philosopher, Paris, P.U.F., 1997, 196 y ss.
(20) Barcelona, Anagrama, trad. de S. Pitol, 1999, p. 12. Como es sabido, Nabokov dedicaba buena parte de su tiempo a componer estudios y problemas ajedrecísticos, algunos de ellos han sido editados por el escritor Javier Marías en la editorial Alfaguara. Por cierto, Raymond Smullyan ha recurrido también al análisis retrospectivo, aunque de manera más transparente, en su libro Juegos y problemas de ajedrez para Sherlock Holmes (Barcelona, Gedisa, trad. de E. B. Casals, 1986)
(21) Barcelona, Círculo de Lectores, 1983.
(22) Barcelona, Tusquets, trad. de C. Romero, 1995.
(23) Estos peligros del ajedrez fueron ya notados en La anatomía de la melancolía de Robert Burton (1621), Madrid, Asociación Española de Neuropsiquiatría, trad. de R. Alvarez, 1998, vol. II, p. 88.
(24) Madrid, Espasa –Calpe, trad. de A. Cahn, 1973.
(25) Incluida en el volumen San Manuel Bueno, mártir y tres historias más, Madrid, Edaf, ed. de M. Maceiras, 1997.
(26) Recogido en Contra esto y aquello, Madrid, Espasa-Calpe, 1980, pp. 114-122.
(27) Véase la dirección: http://www.filosofia.org/bjf/bjfc311.htm
(28) El ocho, de Catherine Neville, auténtico best-seller o el menos conocido El jugador de ajedrez, de Waldemar Lysiak, Madrid, Alianza, 1996.
(29) En los últimos números de la Revista Peón de Rey, marzo 2004, el escritor J. Mercadé ha hecho un repaso por este universo literario. Cabe destacar, entre otras, la novela de Javier García Sánchez, Dios se ha ido, Planeta, Barcelona, 2003. Por cierto, no menciona el libro de Fernando Aramburu, Los ojos vacíos, Barcelona, Tusquets, 2000, que contiene un capitulito dedicado al ajedrez.
(30) Edgar Allan Poe, Narraciones extraordinarias, Barcelona, Los Libros de Plon, trad. de J. Piñeiro, 1981, 2 vols.
(31) Madrid, Alianza, trad. de J. M. Ibeas, 2002, p. 238.
(32) Lasker, op. cit., p. 276.
(33) Gambito de dama, Hondarribia, edt. HIRU, 1999.
(34) Cfr. la reciente edición castellana de su librito Lucha, trad. de R. Calvo, Albacete, Ed. Merán, 2003.
Artículo publicado en ALFA, Revista de la Asociación Andaluza de Filosofía, en el año 2005.

Francisco J. Fernández
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