lunes, 11 de marzo de 2013

Libro del ajedrez, de sus problemas y sutilezas

Libro de ajedrez, de sus problemas y sutilezas, de autor árabe desconocido, texto árabe, traducción y estudio previo por Félix M. Pareja Casañas, Valladolid, Editorial Maxtor, 2007.

El padre jesuita Félix M. Pareja Casañas (1890-1983) publicó en 1935 (Madrid, Imprenta de Estanislao Maestre) dos tomos de una importante obra que ahora la Editorial Maxtor ha publicado en uno, respetando no obstante el antiguo formato. El esplendor cultural de la II República permitió a este arabista, discípulo de Asín Palacios, asumir la difícil tarea de traducir el manuscrito Rich (7515) del Museo Británico. Se trataba en efecto de editar una obra de notable complejidad filológica y ajedrecística. De estos dos retos (con la ayuda entre otras de las clásicas obras de Murray o Linde) salió victorioso el eminente estudioso y el lector aficionado puede disfrutar gracias a él del ajedrez árabe. Lo primero que ha de sorprendernos es la extrema lentitud del juego. Las piezas tardaban muchísimo en entrar en contacto. No en vano los peones sólo avanzaban una casilla y el alfil y la dama (o alferza) tenían unos movimientos muy limitados. De esta forma, caballos y torres eran las piezas más poderosas. Se ganaba la partida por jaque mate, rey robado (o despojado de todas sus piezas) y rey ahogado.

No sabemos quién fue el autor del manuscrito ni con certeza la fecha de composición (aunque Alfonso X el Sabio parece que lo tuvo en cuenta en El Libro de los Juegos), pero sigue la pauta que solían seguir las obras de este tipo: desde el encomio de las virtudes del juego a las advertencias en torno a las formas poco edificantes de jugar. Llama la atención la importancia que se le da al problema filosófico del libre albedrío y la manera en que el autor toma el ajedrez para defenderse de otras maneras de interpretarlo (lo que en la Europa del Medievo se conocía como el fatum mahometanum). En este sentido, Pareja Casañas especula en torno a si es más bien chiíta en vez de suní, decantándose por lo primero. Además, se clasifica a los jugadores según su fuerza (dependiendo de si se les puede dar algún tipo de ventaja) y se establecen valores para las diferentes piezas, llamándonos naturalmente la atención el que se diga que el peón del rey vale 1/6 de dirhem (al igual que el de la alferza y el del caballo de rey) mientras que "el valor de peón de torre es un octavo de dirhem" (tomo I, p. 23). Se incluye además una suerte de ábaco que tiene al tablero de ajedrez por soporte así como una colección de poemas que tienen al ajedrez por protagonista.

El primer tomo es pues la edición del texto, incluido el aparato filológico. El segundo tomo es el comentario detallado del manuscrito junto con la traducción a la notación algebraica de los distintos problemas y aperturas que se estudian en el mismo (así como problemas de fantasía). Evidentemente los árabes no entendían el juego como actualmente lo hacemos, pero de la lectura del manuscrito se puede extraer la conclusión de que su conocimiento del juego era muy profundo. ASí se explica que todo un repertorio de aperturas estuvieran identificadas y dispusieran de nombres tan significativos como "Peón-torrente" o "La estaca".

En fin, un libro verdaderamente soberbio. Recomiendo a los aficionados que practiquen de vez en cuando el ajedrez árabe; creo que puede ser útil incluso a la hora de perfeccionar el juego de aquellos alumnos nuestros demasiado impacientes, pues inevitablemnte han de amoldarse a eso que el poeta Julio Llamazares llamaba la "lentitud de los bueyes".


Francisco J. Fernández

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