lunes, 11 de marzo de 2013

AVRO 1938. Uno de los grandes Torneos de la Historia

VV.AA., AVRO 1938. Uno de los grandes Torneos de la Historia, recop. G. Toradze, trad. de M. Suárez, Editorial Chessy, Santa Eulalia de Morcín, 2008, 238 pp.
En 1938 se organizó en Holanda por parte de la Algemeene Veereniging voor Radio Omroep (AVRO) uno de los mayores acontecimientos ajedrecísticos de todos los tiempos. Los ocho mejores jugadores del momento se enfrentarían a doble vuelta en un torneo que tenía por objetivo designar un candidato para luchar con Alexander Alekhine por la corona mundial. Los jugadores elegidos fueron los siguientes: Alekhine, Capablanca, el soviético Botvinnik, los americanos Reuben Fine y Samuel Reshevsky, el holandés Max Euwe, el checoeslovaco Salo Flohr y el estonio Paul Keres. Ya en su momento hubo voces protestando por ciertas ausencias: la de Lasker especialmente, pero en general la de los jugadores más veteranos como Spielmann, Bogoljubov, Marshall, Tartakower, Kostic, Grünfeld, Maroczy, así como Levenfish. Hubo también serias dudas acerca del sistema de competición elegido, con continuos viajes por diferentes ciudades holandesas (¡Utrecht, Breda, Groningen, Arnhem, y así hasta diez!) y escasos días de descanso, por no decir ninguno. Todo ello, claro está con la intención de aminorar gastos y generar más ingresos con la venta de entradas en las diferentes salas de juego. Así las cosas, no resultó extraño, y de ello se dieron cuenta ya los cronistas de la época, que los ajedrecistas con mayor resistencia física, es decir, los más jóvenes, rindieran mejor que los veteranos: Capablanca, de 50 años, quedó séptimo; Alekhine, de 46, cuarto. Keres (de 22) y Fine (de 23) primeros. Por otra parte, no estaría de más que el lector reflexionara sobre las fechas del torneo, esto es, otoño de 1938, en vísperas de la II Guerra Mundial. De hecho, el pobre resultado de Flohr (último), incapaz de ganar una sola partida y siendo vencido en otras cinco, parece que fue debido en parte a los acontecimientos que estaban sucediéndose en su país, Checoeslovaquia, con la anexión alemana de una parte de su territorio ante la pasividad internacional.

En fin, la idea del libro es mérito de G. Toradze, el cual se ha dedicado a recopilar toda la información disponible sobre el evento, rastreando en los viejos números de los años 30 de la revista "Ajedrez en la URSS" o la mítica "64", así como seleccionando pasajes de las obras de los respectivos protagonistas en que el torneo se convertía en tema principal. De esta manera, junto con las pintorescas crónicas de Tartakower, se traza un retrato, a veces impresionista, otras más sistemático, del torneo AVRO 1938. El libro ofrece además el comentario de las 56 partidas jugadas. Tales comentarios (algunos de ajedrecistas tan importantes como Panov, Blumenfeld, Belavenets o Lilienthal, entre otros) quizá precisen de ciertas correcciones, pero tienen un aroma de otros tiempos, con lo cual el panorama ofrecido por el volumen es muy completo y significativo.

Resta por saber el interés que un libro así puede tener para un jugador actual: el propio Botvinnik se lo llega a preguntar y así lo contesta en el prólogo: "el pensamiento ajedrecístico de nuestro tiempo no se ha desarrollado tan impetuosamente como para que las partidas del torneo AVRO tengan sólo un interés histórico" (P. 9). Es decir, no sólo es historia lo que aquí se ofrece, sino ajedrez vivo, tan útil (o tan inútil) como las últimas creaciones de Kramnik o Ivanchuk. Evidentemente, aquellos que miren el índice de aperturas utilizadas entonces por si coinciden con su repertorio puede que se lleven alguna sorpresa: no se jugó ninguna siciliana, ni ninguna india de rey. Pero aquellos que jueguen nimzoindias (12 se jugaron) o Grünfelds (8) o indias de dama (otras ocho) o españolas (7) se llevarán un chasco si buscan novedades, pero no tanto si de repente comprenden que el movimiento que hacen automáticamente y al toque en su práctica diaria procede de partidas como las que aquí se encuentran. Descubrir algo así tiene algo de homenaje, pero también de comprensión, que es después de todo lo que muchos buscan.


Francisco J. Fernández

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