Lars Bo Hansen, Fundamentos de la estrategia
ajedrecística (Aplicación de los métodos de negocios al ajedrez), Madrid, La
Casa del Ajedrez, trad. de A. Gude, 2007, pp.191.
Por fin un libro con una cierta ambición téorica.
Aunque había oído hablar de él hace algún tiempo, sólo ahora he podido leerlo
por mediación de mi amigo Subirats. El caso es que aunque merecería una segunda
lectura más reposada no me resisto a publicitarlo en el blog, pues creo que
puede ser verdaderamente útil para que cada uno de nosotros, torpes aficionados,
aprendamos a aprovechar mejor las eventuales virtudes que poseemos. No creo ser
una excepción si digo que muchas veces tengo la impresión de malgastar mis
fuerzas intentando mejorar mi juego. Los resultados que consigo son
descorazonadores y el incremento de mi nivel ajedrecístico ínfimo (por no
declarar que sencillamente va hacia atrás). Pues bien, lo que propone el GM
danés Lars Bo Hansen es, en primer lugar, identificar qué clase de jugador es
uno, con sus virtudes y defectos. En segundo lugar, nos invita a jugar en
función de esas virtudes y evitando caer en esos defectos adoptando una
perspectiva de dentro a afuera (es decir, la perspectiva de utilizar lo que
hacemos bien, sea ello lo que sea: calcular, analizar, imaginar, etc.). Para
ello, establece una matriz de dos por dos tal que ésta:
HECHOS CONCEPTOS
LOGICA Pragmáticos Teóricos
INTUICION Activistas Intuitivos
Matriz donde uno quedaría eventualmente encuadrado.
Como quizá estos conceptos no digan demasiado, rellenaremos, siguiendo a Hansen,
la matriz con conocidos jugadores para que se vuelva más
significativa.
HECHOS CONCEPTOS
LOGICA Lasker Philidor
Euwe Steinitz
Alekhine Tarrasch
Keres Nimzowitch
Korchnoi Reti
Spassky Botvinnik
Fischer Kramnik
Kasparov Leko
Topalov
Svidler
INTUICION Pillsbury Rubinstein
Bronstein Capablanca
Tal Smyslov
Anand Petrosian
Shirov Karpov
Morozevich Adams
Topalov
Evidentemente, estos encuadres puede que quepan ser discutidos (¿dónde encuadrar a Larsen, por ejemplo? Además, parece que por un descuido, al autor (cfr. p. 121 y 149) se le ha colado Topalov en dos categorías diferentes), pero el esfuerzo de clasificación conceptual es meritorio, dado que consigue que las diferencias individuales de los jugadores queden subsumidas en una categoría más amplia. De ahí que todo un Spassky pueda ir al lado de un defensivo Korchnoi. Ciertamente, hay problemas. Creo recordar que Dvoretsky entendía que la naturaleza del ajedrez de Tal era de la misma índole que el de Capablanca, pero Hansen probablemente replicaría que es su faceta intuitiva lo que los une. Recuerdo también haber leído que Spassky clasificaba a los jugadores en creyentes y no creyentes. Es decir, aquellos que respetan las leyes apenas escritas del ajedrez en torno a la estrategia (el propio Spassky, según él mismo reconoce) y los que están siempre dispuestos a profanarlas (Korchnoi, Larsen). En cualquier caso, estas cuatro figuras del espíritu ajedrecístico parecen bastante sólidas (de ahí que me parezca que Hansen dispara con perdigones cuando habla de Watson y su concepto de ajedrez moderno, pues esta clasificación desde luego relativizaría la importancia de esa presunta modernidad). De lo que se trataría entonces es de saber dónde estamos, cuáles son nuestras querencias, así como de averiguar quién tenemos delante, para actuar en consecuencia.
Claro está, no obstante, que inmediatamente surgen
algunas interrogaciones: ¿Cómo jugar contra una computadora? ¿Cómo jugar contra
alguien que tiene nuestro mismo estilo? A estas preguntas Hansen no responde y
es posible incluso que no se pueda responder satisfactoriamente. Sin embargo, no
sería magro resultado que supiéramos jugar contra todos los demás (quizá esté
relacionado con todo ello el concepto de cliente, es decir, aquel jugador que
sistemáticamente pierde -o a lo sumo empata- contra determinado jugador a pesar
de su indudable valía: Shirov ante Kasparov, por ejemplo, o Tal frente a
Korchnoi, entre otros). En fin, la parte más interesante del libro es aquella en
que Hansen ilustra con partidas y jugadas concretas la elección que determinados
jugadores hacen en función del conocimiento de sus respectivas habilidades así
como las del contrario en vez de fijarse en la verdad de lo que ocurre en el
tablero. El resultado es bastante convincente en conjunto, aunque no se consiga
una certidumbre metafísica sino más bien moral, por hablar como los filósofos
del siglo XVII.
Para acabar, no puedo dejar de mencionar el concepto
"relación de asalto", que Hansen estudia. Parece que proviene de Tal (y en parte
de Alekhine) y hace referencia a la siguiente fórmula:
Número de piezas atacantes
Relación de asalto = ---------------------------
Número de piezas defensoras
Aunque Hansen no lo menciona, todo ello me ha
recordado algo que llevo estudiando desde hace algún tiempo, sin grandes
avances, por otra parte. Es la llamada ley de Lanchester, "según la cual la
fuerza de un ejército es proporcional al cuadrado de los efectivos utilizados"
(David Alvargonzález, "Análisis gnoseológico del campo de la teoría de juegos",
Revista El Basilisco, nº28, 2000, p.18). Esta formulación parece más interesante
que la propuesta por Hansen, la cual por otra parte, no define los conceptos de
ataque/defensa. Haciendo mis propias cuentas, he conseguido en ocasiones,
aplicando la ley de Lanchester, dar un valor numérico aproximado al que ofrecen
las computadoras, pero los resultados no han sido nada concluyentes,
probablemente debido a mi poca pericia matemática y a que es muy difícil definir
las casillas comprometidas en un ataque o una defensa (como ilustración de mi
proceder diré que tomaba el cuadrado que forma el salto de un caballo en torno
al rey). En fin, un libro que abre nuevas perspectivas y que, al menos en mi
caso, merece una segunda lectura.
Francisco J. Fernández
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